La Carta Magna, aprobada el 9 de diciembre 1931, reconocía la iniciativa de la diputada Clara Campoamor
Clara Campoamor. Archivo |
EFE / MADRID 9 Diciembre 2011
Un día como hoy hace ochenta años, las Cortes españolas aprobaron la Constitución de 1931, que conllevó grandes avances, entre ellos, el sufragio universal, que supuso el reconocimiento del derecho femenino al voto, algo que no se hubiera conseguido sin la diputada Clara Campoamor.
Fue el 9 de diciembre de 1931 en una votación "sumamente reñida", como recuerda la catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) Amelia Valcárcel, en declaraciones a Efe, en la que apunta que fue la primera Carta Magna que reconoció la igualdad de derechos políticos entre los ciudadanos.
El 1 de octubre de ese mismo año, las Cortes ya aprobaron por primera vez en la historia de España el artículo constitucional que consagró el derecho al voto femenino, por 161 votos frente a 121, y en el hemiciclo sólo había tres mujeres, dos de ellas, Clara Campoamor y Victoria Kent, defendieron posiciones muy distintas.
Valcárcel opina que entonces se dio por primera vez una situación que más tarde se ha dado con frecuencia y es que "cuando el Parlamento se quiere oponer a un avance significativo para los derechos universales de las mujeres se manda a una mujer a defender esa posición".
A juicio de la catedrática fue el caso de Victoria Kent, quien mantuvo la necesidad de aplazar el voto femenino, mientras que Clara Campoamor apostó por reconocer a la mujer como ser humano con todos sus derechos.
Finalmente, la postura de Campoamor aquel 1 de octubre venció y se ratificó dos meses después con la aprobación de la Constitución.
En esa última votación, según Valcárcel, la diputada estaba segura de que iba a perder. De hecho, salió adelante por tan solo cuatro votos de diferencia.
España reconoció así un derecho del que no gozaban, por ejemplo, ni Francia, ni Italia.
"Lo importante es que se ganó", subraya la catedrática de la UNED, quien asegura que el derecho al sufragio femenino no se hubiera podido aprobar sin la figura de Campoamor.
"Tenía una inteligencia enorme, con una personalidad de la que en el siglo se dan tres o cuatro", señala Valcárcel, quien añade que Campoamor ganó "pero también perdió porque nunca más le dieron una sola opción, se quedó fuera de todo y cuando se tuvo que exiliar estuvo mucho más desprotegida".
Para la catedrática, Campoamor "sabía de sobra" que estaba pagando "una terrible factura" por haber defendido el derecho al sufragio femenino.
"Clara era una mujer que había subido desde lo más bajo del fondo social, con una madre que era portera. A los nueve años, la sacaron de la escuela y a los doce la pusieron a trabajar en un mercería", relata.
A pesar de eso, consiguió inscribirse en Bachillerato y terminarlo en vez de en siete años, en cuatro, aprobó la carrera de Derecho en dos años, y fue la primera mujer en colegiarse en el Colegio de Abogados de Madrid.
"Simplemente viendo sus intervenciones y leyéndolas, una se da cuenta de que está ante una inteligencia extraordinaria, una persona de unas condiciones y un valor admirables", destaca la catedrática, quien considera que, de momento, Campoamor, no ha tenido sucesoras.
No obstante, resalta que ha habido figuras importantes que han luchado en momentos importantes: "Igual que tenemos que decir que España va un poco por detrás en algunos aspectos, en el feminismo no estamos mal".
Constata que la sociedad "sigue no siendo justa con el talento femenino", aunque sí reconoce los avances que se han conseguido en favor de la igualdad de género.
"Nosotras hemos heredado muchas cosas. No tuvimos que pelear por sentarnos en un aula universitaria porque otras ya habían peleado por nosotras, no tuvimos que pelear por meter una papeleta en la urna, ya lo habían hecho otras", sostiene.
La tarea que ahora queda por delante "es hermosa y no es nada fácil" y consiste, explica, en que "a los méritos y el talento se correspondan las cosas que se obtienen" y que haya dos cosas que dejen de ser un problema: el empleo y la violencia de género.
"Caminamos, damos a veces dos pasos adelante y uno detrás, pero caminamos", asevera Valcárcel.
Un día como hoy hace ochenta años, las Cortes españolas aprobaron la Constitución de 1931, que conllevó grandes avances, entre ellos, el sufragio universal, que supuso el reconocimiento del derecho femenino al voto, algo que no se hubiera conseguido sin la diputada Clara Campoamor.
Fue el 9 de diciembre de 1931 en una votación "sumamente reñida", como recuerda la catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) Amelia Valcárcel, en declaraciones a Efe, en la que apunta que fue la primera Carta Magna que reconoció la igualdad de derechos políticos entre los ciudadanos.
El 1 de octubre de ese mismo año, las Cortes ya aprobaron por primera vez en la historia de España el artículo constitucional que consagró el derecho al voto femenino, por 161 votos frente a 121, y en el hemiciclo sólo había tres mujeres, dos de ellas, Clara Campoamor y Victoria Kent, defendieron posiciones muy distintas.
Valcárcel opina que entonces se dio por primera vez una situación que más tarde se ha dado con frecuencia y es que "cuando el Parlamento se quiere oponer a un avance significativo para los derechos universales de las mujeres se manda a una mujer a defender esa posición".
A juicio de la catedrática fue el caso de Victoria Kent, quien mantuvo la necesidad de aplazar el voto femenino, mientras que Clara Campoamor apostó por reconocer a la mujer como ser humano con todos sus derechos.
Finalmente, la postura de Campoamor aquel 1 de octubre venció y se ratificó dos meses después con la aprobación de la Constitución.
En esa última votación, según Valcárcel, la diputada estaba segura de que iba a perder. De hecho, salió adelante por tan solo cuatro votos de diferencia.
España reconoció así un derecho del que no gozaban, por ejemplo, ni Francia, ni Italia.
"Lo importante es que se ganó", subraya la catedrática de la UNED, quien asegura que el derecho al sufragio femenino no se hubiera podido aprobar sin la figura de Campoamor.
"Tenía una inteligencia enorme, con una personalidad de la que en el siglo se dan tres o cuatro", señala Valcárcel, quien añade que Campoamor ganó "pero también perdió porque nunca más le dieron una sola opción, se quedó fuera de todo y cuando se tuvo que exiliar estuvo mucho más desprotegida".
Para la catedrática, Campoamor "sabía de sobra" que estaba pagando "una terrible factura" por haber defendido el derecho al sufragio femenino.
"Clara era una mujer que había subido desde lo más bajo del fondo social, con una madre que era portera. A los nueve años, la sacaron de la escuela y a los doce la pusieron a trabajar en un mercería", relata.
A pesar de eso, consiguió inscribirse en Bachillerato y terminarlo en vez de en siete años, en cuatro, aprobó la carrera de Derecho en dos años, y fue la primera mujer en colegiarse en el Colegio de Abogados de Madrid.
"Simplemente viendo sus intervenciones y leyéndolas, una se da cuenta de que está ante una inteligencia extraordinaria, una persona de unas condiciones y un valor admirables", destaca la catedrática, quien considera que, de momento, Campoamor, no ha tenido sucesoras.
No obstante, resalta que ha habido figuras importantes que han luchado en momentos importantes: "Igual que tenemos que decir que España va un poco por detrás en algunos aspectos, en el feminismo no estamos mal".
Constata que la sociedad "sigue no siendo justa con el talento femenino", aunque sí reconoce los avances que se han conseguido en favor de la igualdad de género.
"Nosotras hemos heredado muchas cosas. No tuvimos que pelear por sentarnos en un aula universitaria porque otras ya habían peleado por nosotras, no tuvimos que pelear por meter una papeleta en la urna, ya lo habían hecho otras", sostiene.
La tarea que ahora queda por delante "es hermosa y no es nada fácil" y consiste, explica, en que "a los méritos y el talento se correspondan las cosas que se obtienen" y que haya dos cosas que dejen de ser un problema: el empleo y la violencia de género.
"Caminamos, damos a veces dos pasos adelante y uno detrás, pero caminamos", asevera Valcárcel.
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