Frank Ryan |
Diario de Burgos, - 26 Julio 2011
Frank Ryan fue siempre un alma rebelde, un irlandés romántico que jamás antepuso su interés personal a su ideario de libertad. Nacido en la localidad de Epton en 1904, fue un activo luchador por la independencia de Irlanda del todopoderoso Imperio británico. Así, este periodista de profesión (dirigió el periódico La República) pronto se integró en el Ejército Republicano Irlandés (IRA), del que llegó a ser uno de sus principales dirigentes, conociendo la cárcel en varias ocasiones. Sin embargo, discrepancias en el seno de la formación le llevaron a liderar una escisión, que se tradujo en la creación del Congreso Republicano Irlandés. Ryan, a diferencia de otros líderes independentistas, no apostaba tanto por un IRA marcadamente nacionalista; él consideraba que la formación debía dar un giro hacia el internacionalismo comunista. Quizás por ello no tuvo dudas cuando en 1936 estalló una guerra civil en España. Ryan fue uno de los primeros en alistares en las Brigadas Internacionales que apoyaron al bando republicano en la contienda desde octubre de ese año y hasta 1938.
Se integró en la denominada Columna Connolly, compuesta por más de un centenar de irlandeses nacionalistas y por ello no integrada en la Brigada Británica, sino en la americana, llamada Lincoln. Al frente de esta columna llegó Ryan en diciembre de 1936 a la sede de las brigadas, ubicada en Albacete. Con ella participó en algunas de las principales batallas de la guerra: Madrid, Jarama y Ebro. En la segunda, en febrero de 1937, la Columna Connolly sufrió enormes bajas. Murieron veinte de sus hombres. Ryan resultó herido de gravedad y trasladado a Irlanda hasta su recuperación.
Sin embargo, una vez curado regresó y siguió combatiendo. Pero hizo más: como ayudante del general republicano José Miaja, tomó parte en acciones de propaganda y fue el encargado de escribir el Libro de la XV Brigada, editado por el Comisariado General de las Brigadas Internacionales y publicado a comienzos de 1938. Sin embargo, en marzo de ese mismo año fue capturado por los italianos en una emboscada. Bob Doyle, uno de sus compañeros y el más longevo de los voluntarios gaélicos recogió en su libro de memorias (Memorias de un rebelde sin pausa) este infortunado episodio con permanentes alusiones a Ryan, al que define de esta manera: «Frank no llevaba ni rifle ni pistola. Era capitán y llevaba polainas de oficial».
Según narra Doyle, el 30 de marzo se hallaban los irlandeses en Teruel cuando sucedió lo que sigue: «De repente, por ambos lados de la carretera aparecieron soldados que se abalanzaron sobre nosotros y nos apuntaron con sus fusiles gritando ¡Manos arriba! Carretera arriba apareció un tanque seguido de motocicletas con metralletas montadas sobre sus manillares que se metieron entre nuestras dos filas. Dejé mi ametralladora junto a Frank y corrí hacia el tanque para echar un vistazo. Al acercarme pude ver bien al oficial que ocupaba la torreta del tanque; estaba cubierto de polvo, pero se le podían ver la insignias con los colores italianos. (…) Me volví corriendo hacia donde había dejado la ametralladora y, al llegar, vi que Frank y el resto del grupo ya tenían las manos arriba. Yo hice lo mismo».
Prisioneros de los italianos, todos creyeron que serían inmediatamente fusilados. Más aún cuando Ryan, identificado como el capitán de la columna, fue requerido para que diera toda la información (posición, número de armas y de hombres) de su batallón, negándose en rotundo. Así lo cuenta Doyle: «Frank les dijo que bajo ningún concepto iba a dar otra información que sus datos personales (…) Ryan se negó a responder, por lo que el oficial italiano, desde su metro sesenta de altura, le asestó un fuerte puñetazo en la mandíbula». Los prisioneros fueron trasladados primero a Zaragoza y días después a Burgos. «Desde allí hicimos andando los diez kilómetros que hay hasta San Pedro de Cardeña; cuando llegamos ya era de noche. El sitio era una fortaleza inhóspita y siniestra; allí comenzó nuestra obsesión por saber si algún día saldríamos vivos de allí o qué podía suceder si estallaba la segunda guerra mundial», cuenta Doyle en sus memorias.
Palizas, hacinamiento, humillaciones… Lo que Ryan, Doyle y los suyos recibieron fue la antesala del infierno. O el infierno mismo. El 12 de junio de ese año se llevaron a Ryan del campo de concentración de San Pedro de Cardeña rumbo al penal de Burgos. Todos temieron que fuera fusilado, pues había sido condenado a muerte aunque finalmente se le conmutó la pena por la de cadena perpetua. La situación era terrible, pero todos vivieron con esperanza la noticia de que los italianos estaban negociando un canje de prisioneros. Y así fue como Bob Doyle y los suyos pudieron salir del infierno casi un año después de su llegada a Burgos.
Una visita salvadora
No sucedió lo mismo con Frank Ryan, pese a que el gobierno irlandés hizo lo posible por liberarle aquel mismo año de 1938. En su país natal se realizaron campañas en favor de su liberación, con manifestaciones semanales en las calles de sus principales ciudades. En octubre llegó a Burgos para negociar con los sublevados el ministro de Exteriores, Leopold Kerney. En la negociación llegó a mediar el Vaticano. Frank Ryan era un mito para los irlandeses. Durante sus casi dos años en el penal de Burgos, Ryan demostró carácter de liderazgo. El pintor vasco José Sarriegui, preso en la misma época, trabó amistad con él y siempre guardo un grato recuerdo de aquel hombre caracterizado por su enorme dignidad y una valentía a prueba de bombas. A pesar de las palizas recibidas, jamás humilló la cabeza. Doyle recordaría muchas veces cómo se negó siempre a hacer el saludo fascista. «Frank Ryan siempre se negó, afirmando que sólo obedecería si le pusieran una pistola en la frente».
Finalmente, terminada la guerra española y ya en marcha la contienda mundial, Ryan fue excarcelado. Es a partir de este punto cuando los historiadores no se ponen de acuerdo. Las autoridades franquistas se lo entregaron a los alemanes en Hendaya aunque la versión oficial siempre dijo que había escapado. Según algunas fuentes, fue reclutado por la Abwehr, el servicio de inteligencia nazi, y trasladado a Berlín.
Según esta versión, Ryan trabajó para los alemanes contra Reino Unido en la promesa de éstos de que, si ganaban la guerra, liberarían al pueblo irlandés del yugo británico. Entre 1940 y 1944 Frank Ryan tomó parte de algunas de las operaciones de guerra más importantes y nunca perdió el contacto con sus compañeros en Irlanda, fiel a su ideal antibritánico. Enfermo y solo, Ryan murió en un hospital de Dresde en 1944 después de que la Gestapo le detuviera y le acusara de traición.
Sus restos fueron repatriados en 1979 y enterrados finalmente en Dublín.
http://www2.diariodeburgos.es/noticia.cfm/Vivir/20110724/frank/ryan/cupula/ira/carcel/burgos/800B4D80-9574-59D7-DC0C3318F963FB70
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