Los testigos del 18 de julio de 1936 relatan los recuerdos de aquel sábado veraniego en el que la derecha española consiguió el objetivo con el que trabajaba desde febrero, dar un golpe de Estado que reventara al Gobierno de izquierdas
PÚBLICO 17/07/2011
El 18 de julio de 1936 no fue un sábado
más del verano de hace 75 años. Aquella jornada de verano congeló la
esperanza modernizadora de los españoles para los siguientes 40 años. Lo
peor fue la violencia que desde las primeras horas inundó los hogares
de todos los que se opusieron a que España tirase por la borda su
futuro.
Los golpistas irrumpieron a sangre y
fuego eliminando a sus enemigos. Desde la misma madrugada del 18 de
julio comenzó la represión. El capitán republicano Virgilio Leret,
semidesnudo y herido, era fusilado por los sublevados en Melilla. El
método sería repetido en miles de ocasiones hasta que el 27 de
septiembre de 1975 un piquete de la Policía Armada fusilaba en un
paredón al militante del FRAP José Luis Sánchez-Bravo. Fue la última de
las víctimas por las que los franquistas nunca han sido preguntados en
un juzgado democrático.
Los seis testimonios del golpe de Estado
seleccionados por Público son el reflejo de la pesadilla violenta que
ensombreció España de un día para otro. Recuerdos de un sábado de muerte
de familiares, cambio de hogares, vidas truncadas, ilusiones perdidas,
cárcel e injusticia. Público analiza en 15 páginas las causas y
consecuencias del golpe de estado explicadas con la opinión de los
especialistas.
Francisco Rodríguez |
“Las monjas se pusieron locas de contentas”
Francisco Rodríguez. Ebanista y tallista. 85 años. Escuchaba cada noche los gritos de los fusilados, junto a su casa
OLIVIA CARBALLAR
“¡Que me juzguen! ¡No he cometido ningún
delito! ¡No quiero morir!”. Los gritos de horror del 36 resuenan aún en
sus oídos. Francisco Rodríguez Nodal, de Carmona (Sevilla), tenía sólo
10 años. Vivía junto al rellano de los fusilamientos, al lado del
cementerio. “Sus lamentos me despertaban en el silencio de la noche. Yo
vi las tres fosas”, recuerda hoy con 85 años en su taller de muebles de
ensueño. “Imagínate lo que supuso para mí hacer ese cuadro”, dice
señalando un Guernica tallado en madera… que ni Picasso. A él le mataron
a cuatro familiares, entre ellos a su abuelo, concejal republicano.
“Los rojos eran los malos, los incultos, los culpables, los revolucionarios… Nos amedrentaban”
El 18 de julio, Francisco estaba en
Chipiona (Cádiz) de campamento. “Las monjas se pusieron locas de
contentas. Nos llevaban a la playa muy temprano y nos leían el
periódico. Los rojos eran los malos, los incultos, los culpables, los
revolucionarios… Nos amedrentaban. Muchos niños salían llorando. Allí
fuimos con los rojos y volvimos con los falangistas. Al recogernos, nos
dijeron que tenían una ametralladora y que quien fuera comunista o
republicano se lo quitaban del medio”, cuenta este hombre lúcido,
entrañable, con unas ganas de vivir inmensas a pesar de lo sufrido.
Todo ese dolor lo ha recogido en un
libro. No olvida ni un detalle, no puede olvidar un “genocidio como
ese”, un “holocausto”. “Se creían héroes y no siento que los esté
ofendiendo llamándoles fascistas”, insiste. Recuerda cómo paseaban a
mujeres rapadas por el pueblo. “O una vez que llegó una señora vestida
de negro al Ayuntamiento y alardeó uno de ellos: ¿veis a esa señora tan
guapa? Pues es viuda. A su marido lo fusilamos a tal hora tal día”.
Ahora, sostiene, no se trata de hurgar en la herida, “como dice Rajoy”,
sino de cerrarla para siempre: “Hay que honrar a las víctimas y dejar
claro que no eran delincuentes, sólo republicanos, nada más que eso”. Y
con los ojos llorosos, coge una vieja armónica y toca el himno de Riego,
como hacía de muy niño. “Estuvo oculta 70 años, mi madre me la escondió
para que no me pasara nada”.
Gervasio Puerta |
“Fui comprar ‘La Hora’ para ver qué estaba pasando”
Gervasio Puerta. Fotógrafo. 90 años. El Golpe de Estado le sorprendió recién llegado a Madrid
DIEGO BARCALA
Para un muchacho de Milagros (Burgos)
que acababa de llegar a Madrid con apenas 15 años, el 18 de julio de
1936 fue algo inolvidable. “Había llegado hacía dos meses y recuerdo que
al desatarse todo mi jefe me mandó a un quiosco de la calle de General
Ricardos a comprar el periódico La Hora, para enterarnos de los
detalles”, rememora Gervasio Puerta, de 90 años. “Recuerdo cómo
comenzaron a organizarse los milicianos y la violencia de los días
posteriores. Se contaba que habían matado a un general que se había
distinguido en los sucesos de Asturias”, relata Puerta. Con apenas 15
años tuvo que dejar su trabajo en la tienda de ultramarinos de
Carabanchel donde había encontrado trabajo. Con 15 años se fue a vivir a
casa de un tío republicano, que fue quien le inició en sus ideas
republicanas.
“Yo era un imberbe, no tenía la más mínima formación ideológica”
“Yo era un imberbe, no tenía la más
mínima formación ideológica, política o cultural. Después me alisté
voluntario y estuve luchando los tres años de guerra. Para ello tuve que
pedir permiso a mi padre y mentir, porque dije que tenía 17 años”. El
golpe de Estado supone para Puerta “el recuerdo del dolor de la guerra”.
“A mi padre le pilló segando en la sierra de Guadarrama y a mi madre en
Burgos. Mi familia quedó separada y mi madre murió enferma intentando
llegar a Madrid”.
Para Gervasio, en la posguerra un
destacado luchador antifranquista que fue a prisión en dos épocas
diferentes, “todas las guerras son malas. Repudio y aborrezco la
violencia. La que hicieron cualquiera de los dos bandos, que yo no digo
que no hubiera casos incontrolados de violencia en todas partes”. Como
presidente de la Asociación de expresos antifranquistas, Puerta está
volcado en que la historia recuerde lo que el vivió “tal y como pasó”.
“Que se sepa quiénes fueron los culpables. Que se llame a Franco
dictador y asesino y se cuente que era él el que firmaba las actas de
muerte”, reivindica.
Alejandra Soler |
“Colocaron los cañones apuntando hacia la ciudad”
Alejandra Soler. Profesora. 97 años. Comunista desde 1937, sufrió el exilio durante más de tres décadas
BELÉN TOLEDO
Alejandra Soler tiene dos aniversarios
negros que lamentar cada 18 de julio. Ese mismo día del año 1986 murió
su marido, con el que compartió militancia comunista y exilio durante
décadas. Antes, en 1936, el golpe de Estado de esa misma fecha echó por
tierra “todas las ilusiones que había traído la República, y nos dejó
completamente rotos”. En aquel momento, Alejandra tenía 23 años. “Me
acababa de licenciar en Filosofía y Letras. Estaba muy al corriente del
movimiento fascista en Europa. Y ataba muchos cabos”.
“Estaba muy al corriente del movimiento fascista en Europa. Y ataba muchos cabos”
En Valencia, donde Alejandra vivía, hubo
“prolegómenos” al golpe durante los días previos. De entre ellos,
destaca la ocupación de la sede de Radio Valencia por parte de varios
falangistas armados. “Radiaron amenazas, dijeron que esto se iba a
acabar pronto”, en referencia a la República. A las puertas de la
emisora, situada en el centro de la ciudad, comenzó a llegar gente de
forma inmediata. Entre ellos, Alejandra, que estaba en ese momento en la
sede del Partido Comunista, situado a pocos metros. “Íbamos desarmados,
y les gritamos, les dijimos que no servían para otra cosa nada más que
para eso”. Los ocupantes resolvieron marcharse. “Pero eso dejó el
miedo”, recuerda.
Poco después llegó el golpe del 18 de
julio. “El cuartel de artillería se sublevó. Dirigieron los cañones
hacia la ciudad”, recuerda. El acontecimiento cambió la vida de
Alejandra. Dejó de trabajar en su tesis de doctorado, que no llegó a ver
la luz. La victoria de Franco en la guerra la obligó a exiliarse a
Francia desde 1939. Estuvo en campos de concentración y vivió
forzosamente alejada de su familia durante más de 30 años, en la antigua
URSS. Después de relatar sus recuerdos, Alejandra hace un último
apunte, “muy importante”: “Lo que quiero que quede claro es que, a pesar
de toda la rabia y la desesperación, a mí no se me ocurre pensar en
una revancha. Yo lo que quiero es que se sepa la verdad. Evitar que
vuelva a suceder algo tan malo en la historia de nuestro país”.
Manuel López |
“En el mercado se preguntaban qué era un falangista”
Manuel López. Trabajaba de electricista.
90 años. De la ‘quinta del biberón’, sólo disparó 15 veces antes de
llegar al frente del Ebro
JOAO FRANÇA
Cuando Manuel López dejó los estudios
para ponerse a trabajar, el maestro insistió en que no debía hacerlo,
que era un chico muy interesado en la historia. De esa inclinación dice
Manuel que le vino su simpatía por la República, aunque sentía más
interés por el fútbol que por la política. Era curioso y aprovechaba su
trabajo de electricista para pasear por toda Barcelona.
Hoy sonríe al explicar que guarda una bandera republicana
La mañana del sábado 18 de julio estuvo
trabajando y cuando volvió a su casa del barrio de Gràcia su madre le
pidió que la acompañara al mercado. Había rumores. Algunos se
preguntaban qué era un falangista y otros respondían que eran hombres
con camisa azul que llevaban pistola. Con 16 años, Manuel no le dio más
importancia y se fue a jugar. Su padre, que trabajaba de noche, tardó en
llegar a casa la mañana siguiente. Los milicianos lo habían parado tres
veces, hasta que un guardia civil (en Barcelona siguieron leales a la
República) le dio un pañuelo blanco para llevar en alto. Horas después
recibían entre vítores a un vecino que era teniente de la Guardia Civil.
La situación estaba controlada, explicó, poco antes de que oyeran por
la radio la rendición del general Goded, llegado desde Mallorca para
alentar la sublevación.
Al salir de casa, Manuel se topó con
unos milicianos que montaban un cañón delante de una capilla. Había
muchos coches circulando y otros estampados contra las farolas. Dos años
después fue alistado en la quinta del biberón, pero antes de llegar al
frente del Ebro recorrió toda Catalunya, en una experiencia que
considera caótica. Hoy sonríe al explicar que guarda una bandera
republicana. Y asegura que no tiene nada contra nadie.
Esperanza Martínez |
“Mi padre tuvo que esconderse en el monte”
Esperanza Martínez. Exguerrillera. 84 años. El golpe obligó a su familia a refugiarse de la represión franquista
D.B.
Esperanza Martínez, de 84 años, contaba
con apenas 9 cuando el estallido de la guerra sorprendió a su aldea
cercana a Villar del Saz (Cuenca). Sus escasos recuerdos del día
concreto se entrelazan con los antecedentes y consecuencias del golpe de
Estado que en su caso familiar supuso la frontera entre la esperanza y
la desgracia. “Mis padres eran votantes del Frente Popular. Recuerdo la
gran alegría que supuso la victoria electoral que en mi casa se celebró
bastante y cómo la sublevación nos ponía en el punto de mira”, relata.
“Mi madre había votado a la izquierda y, después de que mi padre se
escondiera en el monte, mi casa se convirtió en un punto de apoyo de la
guerrilla”, recuerda. “Me acuerdo de una gran tortilla que hizo mi madre
para los guerrilleros que iban al exilio y que nos dejaron un caballo
enfermo”, explica.
“Me acuerdo de una gran tortilla que hizo mi madre para los guerrilleros”
Antes de aquello, su padre, agricultor,
tuvo que marcharse a otro pueblo por las exigencias laborales del
terrateniente. “Nos tuvimos que cambiar porque mi padre no pudo cosechar
lo suficiente para pagar la renta de la tierra. Nos tuvimos que ir a
casa de unos tíos y después mi padre volvió a la tierra, donde le
sorprendió la sublevación”, detalla.
Durante la guerra no hubo grandes
movimientos en su pueblo, pero recuerda nítidamente cómo retumban los
cristales con los bombardeos sobre Cuenca. “Se notaban los zumbidos”,
rememora. Esperanza quedó marcada por el conflicto y en la posguerra
desarrolló su activismo comunista, que le hizo ser la guerrillera Sole.
Su labor en la Agrupación de Levante consistió en servir de enlace entre
el Partido Comunista en Francia y los guerrilleros en España.
Marcos Ana |
“Aquel día el fascismo demostró que era siniestro”
Marcos Ana. Poeta y político. 91 años. Dirigente juvenil comunista en la guerra, el poeta pasó luego 23 años en prisión
MAITE INIESTA
“Antes del 18 de julio solo teníamos un
concepto de lo que era el fascismo, pero aquel día nos demostró que era
una cosa real, material y absolutamente siniestra”. Así recuerda Marcos
Ana, seudónimo de Fernando Macarro, el inicio de una dictadura que le
arrebató 23 años de vida en lo que él denomina su “periodo de turismo
penintenciario”. Con 15 años descubrió la política y al año siguiente ya
era secretario de las Juventudes Socialistas Unificadas en Alcalá de
Henares. “Sabíamos que había un complot contra la República, ya existía
un precedente de algo parecido. Querían cerrar a sangre y fuego el
proceso democrático porque veían peligrar sus intereses”, expone.
“Antes del 18 de julio solo teníamos un concepto de lo que era el fascismo”
Días antes de la sublevación ya se
sospechaba que algo iba a ocurrir, “llevábamos varias noches durmiendo
por turnos en la calle, vigilando los cuarteles”, rememora. “De repente,
un día, se abrieron las puertas del cuartel y apareció un comandante
con sus tropas, pero con la bandera republicana. Nos sentimos aliviados,
pero era una manera de escamotear la verdad”.
A partir de ese momento empezaron las
delaciones y la brutal represión: “Uno de los hechos más significativos
es que los maestros nacionales de cada pueblo fueron inmediatamente
detenidos”, algo que demuestra, en opinión del poeta, que la cultura es
incompatible con la doctrina fascista. “La cultura tiene vocación de
libertad y eso era contrario al régimen”.Marcos Ana, detenido con 18
años, salió de prisión a los 41. “En los años que estuve condenado a
muerte di el último abrazo a cientos de compañeros que fueron fusilados
de madrugada”.
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