martes, 28 de junio de 2011

¿Qué hacer con los símbolos franquistas?

Vuelve el debate sobre los monumentos de carácter apologético: mantener, retirar o reinterpretar

Este monumento conmemorativo de la batalla del Ebro en Tortosa es el más grande de los que hay en Catalunya V. Llurba






 Cultura | 27/06/2011 – NÚRIA ESCUR

En 2004 el Parlament de Catalunya decidió por unanimidad retirar los símbolos franquistas | Jordi Guixé: “La simbología franquista se erigió para honrar valores fascistas y autoritarios” | Entre placas de viviendas, símbolos o monumentos quedan todavía más de 3.000 | Ricard Vinyes: “Derribar un monumento no es acabar con el patrimonio”
El ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, anunciaba recientemente que las familias que lo soliciten podrán exhumar los restos de parientes fallecidos en las fosas comunes del Valle de los Caídos. Pero seguirá en pie su Gran Cruz. En las dictaduras que ocuparon el siglo XX, especialmente en las de carácter totalitario, la simbología tuvo un papel importante, definitivo, en las políticas de memoria, propaganda y construcción. En las sociedades europeas que sufrieron el fascismo, la simbología de carácter apologético fue luego eliminada de los espacios públicos aunque algunas construcciones emblemáticas han sido preservadas o convertidas en centros de interpretación.
¿Qué hacer con esos monumentos? ¿Retirarlos, mantenerlos, derribarlos o reinterpretarlos? Un debate que vuelve a la palestra con reflexiones como Asalto a la memoria. Impunidades y reconciliaciones, símbolos y éticas (Los Libros del Lince): una crítica razonada, recién publicada, sobre leyes y actitudes que construyen lo que su autor ha querido llamar el “modelo español de impunidad”. Su autor, el historiador Ricard Vinyes, profesor de Historia Contemporánea de la Universitat de Barcelona, se pregunta, por ejemplo, entre otras cosas ¿por qué el Estado mantiene en pie el Valle de los Caídos sin intervención que limite su existencia como parque temático centrado en el triunfo del crimen político? ¿Existe algún modo de mantener la memoria histórica más allá de la simple ocultación de ciertos monumentos?
Los monumentos forman parte del universo simbólico de una sociedad. Es decir, un sistema de comunicación de principios morales. Y –como explica Vinyes– está hecho con expresiones destinadas a articular un relato que actúe de tótem ético para la sociedad: ensalzar valores sintetizados bajo esculturas, lápidas, monumentos, edificios, conmemoraciones, condecoraciones…
“Por este motivo, cuando la sociedad sustituye una dictadura por el Estado de derecho (o al revés) los símbolos que constituyen ese universo del régimen dictatorial pierden su semántica, su contenido, su sentido; quedan como restos muertos que sólo pueden interpretar los iniciados si bien pueden generar, aún, numerosos conflictos”.
En octubre del 2004 el Parlament de Catalunya decidió por unanimidad retirar todas las placas, monumentos y símbolos franquistas. Para la mayor parte de los expertos consultados, retirarlos no es un gesto arbitrario. “Se retira la expresión de unos valores que la sociedad –o una parte– ya no quiere y rechaza”. Estas sustituciones se producen en todo el mundo cuando la sociedad se dota de valores distintos a los que imperan. “Que eso cuase conflicto depende de cuál haya sido el proceso social en el que se ha producido el cambio de régimen”, añade Vinyes.



“El patrimonio es tan mortal como lo somos nosotros porque es humano”. Por tanto, cada sociedad decide de qué patrimonio se dota y qué elementos dejan de ser patrimonio porque el gusto artístico o los principios políticos han cambiado. “El derribo no acaba necesariamente con el patrimonio. ¿Quién es el loco que puede decir una cosa así? No se puede confundir monumento con patrimonio. En cualquier caso, el patrimonio no es acumulativo sino selectivo y subjetivo”. Es decir, depende de los debates y decisiones de la sociedad. “Derribar puede ser positivo o no, depende. Sustituir –nunca hacerlas coexistir– las expresiones simbólicas de la dictadura por las del Estado de derecho manifiesta el nivel de salud de la sociedad”, concluye.
En Catalunya, entre placas de viviendas y símbolos o monumentos quedan más de 3.000. “Hay que establecer criterios de actuación para evitar la arbitrariedad”, explica Vinyes. Para los expertos el primer criterio es “pensar públicamente” qué hacer con el monumento: “Lo peor es dejar la pieza por miedo, sin más, o retirarla en plena oscuridad de la noche, también por miedo”.
El historiador se entristece, dice, con falta de decisiones respecto al nomenclátor de las ciudades de España. “Pero aún me resulta más lacerante la equiparación de símbolos y restos, ideas y valores, entre república y franquismo, es decir, entre democracia y dictadura, que expresan algunas actuaciones arqueológicas y museográficas de nuestro país. ¿Ejemplo? Los espacios de la batalla del Ebro regidos por el Consorcio Memorial de los Espacios de la Batalla del Ebro (Comebe): son ahistóricos y si no fuera tan vergonzoso sería para morirse de risa, de tan cómico como resulta”.
Pere Ysàs, catedrático de Historia Contemporánea de la Universitat Autónoma de Barcelona, no se muestra, en general, a favor de derribar monumentos por razones políticas. “Ni de destruir nada”. Pero ve razonable que en sociedades democráticas no haya monumentos que supongan un homenaje a personas, situaciones o acontecimientos representativos de regímenes dictatoriales. Especialmente si son regímenes que han ejercido una violencia política extrema de la cual aún queda una memoria muy viva”.
“Comparto la retirada del espacio público de estos monumentos. Pero no para destruirlos sino para ubicarlos en lugares adecuados para explicar su significación”, defiende Ysàs. “Retirar del espacio público monumentos a Franco, Hitler o Mussolini no supone ninguna amenaza de destrucción del patrimonio artístico, cultural o histórico”, añade.
Jordi Guixé i Coromines, jefe del Àrea de Patrimoni de Memorial Democràtic de la Generalitat, sugiere una cuestión previa: ¿Qué entendemos por patrimonio? “Hasta hace poco, los refugios antiaéreos de la Guerra Civil no estaban considerados patrimonio y hoy casi todos los municipios quieren recuperar el suyo”. Lo que consideramos patrimonio es fruto de una elección que obedece a prioridades marcadas por una sociedad concreta en un momento determinado y que obliga a los poderes públicos a actuar de un modo u otro.
Derribar monumentos y erigir otros en su lugar es una práctica que se ha hecho siempre y en todos lados, explica Guixé, aunque considera que no le corresponde al historiador decir si es lícita para reivindicar una ideología. ¿Se considera la simbología franquista patrimonio? “Si así fuera, debemos reclamar a nuestros poderes públicos que elaboren unas pautas que nos ilustrarán sobre cómo una sociedad democrática se enfrenta a su pasado antidemocrático”, explica el comisario de la última exposición del Memorial Democràtic sobre simbología franquista y jefe de Proyectos y Espacios de Memoria.
Catalunya cuenta con dos censos de este tipo de símbolos y monumentos: el del Ayuntamiento de Barcelona y la web pública del Cens de Simbologia Franquista del Memorial Democràtic de la Generalitat. El abanico de actuaciones es amplio: desde la retirada del espacio público y su exposición en un museo hasta su contextualización histórica y transformación en un espacio de memoria o la propuesta de una intervención artístico-memorial a su alrededor… “Es importante destacar que estos símbolos fueron erigidos para honrar y transmitir los valores del poder que los construyó; en el caso de la simbología franquista hablaríamos de valores fascistas y autoritarios”, puntualiza Guixé.
Desde el Institut del Paisatge Urbà apuntan las dos últimas intervenciones, realizadas en Barcelona: se retiró la escultura de la Victoria en Diagonal (enero del 2011) y se derrocó la de José Antonio Primo de Rivera en la avenida Tarradellas. Revisado el último inventario (actualizado en el 2008), apuntan que se han cubierto todas las intervenciones previstas.
“Actualmente, no nos consta que exista en Barcelona ninguna escultura como símbolo franquista en el espacio público. Otra cosa son los espacios de orden privado o similar, como cementerios o iglesias”, declaran desde el Institut del Paisatge Urbà.
El Ayuntamiento retiró la inscripción franquista que había en el monumento del Grup Carlos Trias y dejó el monolito sin inscripción, ya que es de propiedad privada de uso público. Y el propio Ministerio de Defensa retiró los símbolos franquistas de los escudos que había en los edificios del cuartel del Bruc, Capitanía General y Gobierno Militar.
¿Una sociedad democrática debe permitir que estos símbolos continúen decorando su entorno sin ningún tipo de actuación al respecto? “No todos deben retirarse pero sí que todos deben explicarse, contextualizar y evitar que se conviertan en símbolos asépticos en el espacio público”.
Para Jordi Guixé es evidente que hay un símbolo franquista que en Catalunya llama la atención por encima de cualquier otro: el monumento de Tortosa. ¿Qué debería hacerse? No lo tiene claro. En primer lugar, explicarlo, dice. “Pero creo que las actuaciones deberían ir más allá y conseguir una interpelación de la ciudadanía, crear una dialéctica entre el monumento y el observador y evitar que pasen a ser sencillos decorados de piedra”.
A finales del pasado año CiU y PP forjaron una excéntrica alianza en Tortosa para salvar el grandilocuente monumento franquista instalado a los pies del río Ebro a su paso por la ciudad. Ambos partidos rechazaron en el pleno municipal la moción popular que exigía la retirada de la obra, inaugurada por Francisco Franco en 1966 con motivo de la victoria del bando nacional en la batalla del Ebro. Es la construcción franquista de mayores dimensiones erigida en Catalunya.
¿Qué hacer con el Valle de los Caídos?
A lo largo de cinco meses, una comisión de doce expertos estudiará alternativas sobre el futuro de ese complejo monumental. El Valle de los Caídos acoge los restos de 30.000 soldados de ambos bandos, así como la tumba del dictador. Además de la exhumación de restos, la comisión sopesará la posibilidad de retirar símbolos franquistas del recinto, lo que tal vez afectaría a la tumba de Franco. “Hay que determinar qué sobra y qué no”, comentó el ministro Jáuregui.

1. RICARD VINYES
“Es un monumento a la Victoria del crimen político, hecho con tal gran contundencia que no hay nada similar en el mundo. Su permanencia no es un problema de gastos sino de qué piensa la sociedad de sí misma al no actuar sobre aquel espacio monumental que hoy, destruido el universo simbólico del franquismo, ya no es patrimonio de nada. Sólo un contenedor de los restos de la dictadura, con la expresión lacerante de los republicanos enterrados allí a contracorriente. El Gobierno debe promover un programa de actuación y ejecutarlo”.
2. PERE YSÀS
“Es el monumento franquista más importante. Creo que debería conservarse (pero sin la tumba de Franco y José Antonio) para convertirlo en un centro de interpretación del franquismo, especialmente de violencia represiva, incluida la que acompañó a su construcción”. Edificios emblemáticos son los campos de concentración nazis como Mauthausen o Auschwitz, conservados para esta función explicativa.
3. JORDI GUIXÉ
“El artista Horst Hoheisel propuso la voladura de la puerta de Brandemburgo rodeada por los nombres de campos de exterminio nazi como Memorial del Holocausto de Berlín. No son pocos los que desearían una actuación así en el Valle de los Caídos. También hay quienes prefieren sacar los restos de Franco y José Antonio y hacer un centro de interpretación sobre la dictadura franquista. En todo caso, no creo que se deba dejar tal como deseó el dictador. Ante el déficit de equipamientos memoriales, un proyecto de espacio de memoria y educación democrática podría ser la vía adecuada”.
http://www.lavanguardia.com/cultura/20110627/54177482796/que-hacer-con-los-simbolos-franquistas.html

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