De la jerarquía católica al proceso a Garzón, la asunción del pasado sigue atragantándose
Valle de los Caídos |
B. G. J. MADRID 05/06/2011
La nostalgia franquista colea en algunas instituciones españolas. Esa es una de las conclusiones que la publicación del Diccionario Biográfico Español ha
puesto en evidencia. La obra, realizada bajo el paraguas de la Real
Academia de la Historia, se ha revelado como una empresa parcial y
atrincherada, destinada a dar esplendor a figuras que difícilmente
saldrían absueltas del juicio de la Historia. La entrada de Francisco
Franco, por lo que tiene de simbólica y aglutinante, es ejemplar.
Pero
no es el único caso. Antes de que Luis Suárez Fernández, hagiógrafo del
caudillo, se pusiera manos a la obra, la Iglesia se ha negado
reiteradamente a pedir perdón por su colaboracionismo. El Valle de los
Caídos, cuya Hermandad preside el propio Suárez, construido para
glorificación del bando nacional, espera a que una comisión nombrada por
el Gobierno decida sobre su papel en el futuro. Baltasar Garzón, el
juez que asumió investigar las denuncias de los familiares de los
desaparecidos del franquismo, será el que se siente en el banquillo. Y
el Museo del Ejército del Alcázar de Toledo, que durante años, según el
historiador Francisco Espinosa, “fue lugar de peregrinación para los
nostálgicos del régimen”, seguía sin reservar, tras su reapertura el año
pasado, un lugar para las víctimas de la dictadura.
La Iglesia no confiesa
El
último gran proceso de beatificación de “mártires” de la Guerra Civil,
en octubre de 2007, tuvo una particularidad poco sorprendente: ninguno
de los 498 beatificados había muerto por orden del bando nacional. No
faltan ejemplos de asesinados por ese bando: 16 curas vascos fueron
ejecutados por los franquistas tras la entrada del general Mola en San
Sebastián, el 3 de septiembre de 1936. ”La Iglesia misma los considera
una excepción”, explica el historiador Julián Casanova, autor de La Iglesia de Franco.
“Porque si los habían matado los franquistas, de alguna manera, se lo
merecían por no estar donde tenían que estar”, añade Casanova glosando
la mentalidad de la jerarquía católica. El historiador Francisco
Espinosa, autor de Contra el olvido. Historia y memoria de la Guerra Civil,
no cree “que tenga sentido esperar a que pida perdón”. “La Iglesia
asume su martirologio, pero no que participó del genocidio”.
El gran símbolo
Quizá
el símbolo que mejor resume, tanto la colaboración entre régimen e
Iglesia, como su vigencia en el imaginario de los nostálgicos, sea El
Valle de los Caídos. Construido por orden de Franco, pero con las manos
de presos republicanos, cada 20 de noviembre celebra una misa para
conmemorar la muerte del dictador.
“Es
vergonzoso que todavía no se haya sacado de allí al fundador del
fascismo español, José Antonio [Primo de Rivera], y al propio Franco”,
afirma el historiador Ian Gibson. “Si se hace, yo creo que se podría
llegar a convertir en un lugar de memoria, de reconciliación”. Julián
Casanova, en cambio, sostiene lo contrario: “Yo no sacaría de allí a
Franco, porque no puede ser un lugar de reconciliación. Nunca fue un
lugar de los vencidos”. En cambio, la profesora de Ciencias Políticas de
la UNED, Paloma Aguilar, opina que una de las medidas pedagógicas que
ayudarían a la sociedad a superar la dictadura pasa por “la
desacralización de la capilla del Valle de los Caídos y su conversión en
un museo sobre la represión franquista” .
Según
Casanova, para lo único que debe servir es para la pedagogía histórica.
“Igual que en Auschwitz se enseña que allí se exterminaba a los judíos,
en el Valle de los Caídos debe enseñarse para lo que sirvió y lo que
fue el régimen”, afirma. Casanova, al que algunas asociaciones de
víctimas pidieron que las representaran en esa comisión de expertos, ha
sido apartado. “Al parecer, no se aceptó que las víctimas tuvieran
representante”, explica.
Los crímenes sin juicio
Que
la mayoría de la magistratura se ha incorporado al proceso democrático
está fuera de duda, incluso para quien, como Carlos Jiménez Villarejo,
señala que sigue habiendo ”huellas de ese pasado, por muy minoritarias
que sean”. En el caso del Tribunal Supremo, añade el ex fiscal
Anticorrupción, esas huellas son más graves. “No sólo por el proceso al
juez Garzón, que carece de cualquier fundamento jurídico: la Sala
Militar, por ejemplo, se ha opuesto sistemáticamente a la revisión de
los consejos de guerra franquistas”, explica. La exhumación de fosas
sigue siendo otra asignatura pendiente. “En el último informe de la
Fiscalía todavía hay 1.197 fosas comunes esperando una actuación
judicial”, señala Villarejo.
Museo sin víctimas
El Museo del Ejército del Alcázar de Toledo, refugio de un grupo de sublevados al comienzo de la Guerra Civil y nacionalizado como
símbolo de los vencedores, reabrió hace casi un año con la idea de
“cambiar el discurso” sobre la historia. Asesorado por la misma
institución que ha supervisado el Diccionario, quizá no deba de extrañar que no haya cabido un lugar en su recorrido para nombrar y cuantificar las víctimas de la represión.
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