En mayo de 1938, 795 presos republicanos protagonizaron la mayor evasión de la historia de España en el fuerte de Ezkaba (Pamplona). 207 fueron ejecutados en los montes y 586 fueron apresados, 14 de ellos fueron fusilados en agosto como organizadores. 46 presos más murieron por enfermedad y malos tratos hasta 1943. Sólo tres lograron llegar hasta Francia
La primera parte del plan de fuga de una treintena de prisioneros políticos del fuerte de Ezkabahabía
funcionado. Un pequeño grupo de reclusos había reducido a los escasos
militares presentes en el fuerte aquel domingo 22 de mayo de 1938. Las
puertas del penal habían quedado abiertas para los 2.497 presos que
abarrotaban la prisión navarra. "A la calle compañeros. Sois libres",
gritaron los líderes. Desnutridos y con apenas acceso a agua potable
durante meses, muchos de los prisioneros dudaron de las posibilidades de
éxito de la evasión. 795 sí se decidieron a huir con destino a la
frontera francesa, situada a apenas 50 kilómetros del fuerte. Sólo tres
consiguieron llegar a Francia. El resto vivió una auténtica cacería
humana.
"Creo que todos los que íbamos saliendo nos hacíamos la misma pregunta:
¿Qué nos espera a la salida? Mi respuesta mental fue que preferiría un
tiro antes de seguir prisionero y estaba decidido a jugármela", resumió
el preso Rogelio Diz. El plan de
fuga, sin embargo, falló en su segunda parte: la huida. Uno de los
guardias había conseguido escapar del fuerte y avisó a las autoridades
militares de la rebelión de los presos. En apenas 30 minutos grupos de
falangistas, militares, guardias civiles y requetés estaban peinando la
zona en búsqueda y captura de los presos.
"Los que íbamos saliendo nos hacíamos la misma pregunta: ¿Qué nos espera a la salida?"
"Las tropas nos perseguían a tiros por el monte, nos iban matando como a
conejos, al que veían lo mataban, así que nos fuimos dividiendo y
dividiendo, y al final íbamos dos gallegos y yo, que soy de León,
juntos. No sabíamos dónde estaba Francia. Por la noche avanzábamos y por
el día permanecíamos agazapados, hasta que ya no aguantamos más el
hambre y nos arriesgamos de día. Llegamos a un pueblo, Gascue-Odieta, y
una mujer avisó a los militares. Vinieron a por nosotros, pero, antes de
devolvernos al fuerte, la señora nos dio el mejor manjar que he probado
en mi vida, un plato de sopa, ¡con fideos!", recordó Félix Álvarez, preso en el penal durante cuatro años, para El País en 2007.
De aquellos 795 presos que habían decidido iniciar la gran evasión, 206
fueron abatidos en pleno monte. Desarmados, desnutridos y descalzos. 586
más fueron apresados. De ellos, 14 más fueron fusilados como cabecillas
de la trama el 8 de agosto de 1938. En los siguientes cuatro años, 46
presos más morirían en el penal a causa de los pésimas condiciones de
higiene y alimentación que sufrían.
"Hay indicios sólidos que muestran que el plan de los ideólogos de la
evasión no era sólo la fuga, sino crear un conflicto en la retaguardia
franquista que pudiera ayudar a la República", señala aPúblico Fermín Ezkieta, autor del libro Los fugados del fuerte de Ezkaba (Editorial Pamiela), que narra que el gran cerebro de la trama fue el dirigente comunista Leopoldo Picó, abatido el 24 de mayo de 1938 cuando se encontraba en las inmediaciones de un caserío.
Los tres supervivientes
Según consta en el Cuaderno de Registro realizado por un funcionario de
la prisión, sólo tres presos consiguieron llegar a Francia: Jovino
Fernández, Valentín Lorenzo y José Marinero. "Apenas unas semanas
después de haber conseguido llegar a Francia, los tres presos regresaron
a Catalunya para combatir por la República", explica Ezkieta.
El 16 de junio de 1938, Jovino Fernández concedió
una entrevista al periódico de la CNT Solidaridad Obrera: "Al día
siguiente [de la fuga], desde nuestros escondrijos comprobábamos con qué
saña se nos perseguía. Perros, curas, mujeres con fusiles y boinas
rojas, requetés, guardias civiles y soldados andaban y venían por los
montes. (...) Nosotros permanecíamos en las espesuras durante el día y
avanzábamos por la noche. Yo iba con un grupo primero de unos veinte
compañeros; a los dos días quedábamos tres y más tarde quedé yo solo. La
persecución seguía dura y tenaz".
Tras diez días escondido en el bosque, alimentándose de "hojas de roble e
hierbas", Jovino dio con un pastor que le indicó el camino a Francia.
Estaba a sólo cuatro kilómetros. Una vez en territorio francés fue
conducido a Hendaia. Apenas 24 horas después, Jovino cogió un tren y se
plantó en Barcelona, donde fue ascendido a teniente de Ingenieros a
cargo de las transmisiones del 34 Batallón Divisionario de
ametralladoras.
Valentín Lorenzo y José Marinero,
por su parte, llegaron juntos a San Juan de Pie de Port en la
medianoche del 31 de mayo de 1938. Habían pasado nueve días y diez
noches desde el inicio de la fuga. Como Jovino, apenas unos días
después, se desplazaron a Barcelona para luchar en el bando republicano.
"Ambos fueron guardas de seguridad en la prisión sita en el antiguo
convento de las Siervas de María, hasta que fueron destinados a dirigir
una columna de prisioneros hacia la frontera a finales de enero de
1939", narra Ezkieta, que ha conseguido reconstruir los pasos de los dos
republicanos. "Los dos terminaron en campos de concentración en Francia
aunque consiguieron salvar su vida. Valentín comenzó una nueva vida en
Burdeos y Marinero se exilió en México", añade.
El cementerio de las botellas
El fuerte y sus alrededores, ya abandonado por el Ejército, es hoy día una gran fosa común. El historiador Koldo Pla relata a Público que
aún continúan enterrados en cualquier punto del monte los 207 presos
abatidos. "Hemos localizado algunas fosas, pero no sabemos quién hay
dentro", señala. Sin embargo, los restos mortales de los fugados no son
los únicos que permanecen en las inmediaciones del fuerte.
"Las tropas nos perseguían a tiros por el monte, nos iban matando como a conejos"
Koldo Pla asegura que junto a
estos 207 se encuentran repartidos por los alrededores los restos
mortales de alrededor de 200 presos "gubernativos" (no registrados) que
falangistas de distintos pueblos iban a pedir al fuerte para fusilarlos y
otro grupo de más de 130 víctimas que fueron enterrados en un
cementerio creado en el fuerte tras la queja de los ayuntamientos
vecinos de que los cementerios locales se estaban quedando sin espacio
para sus muertos.
Sobre este cementerio, antropólogos forenses de la sociedad de ciencias
Aranzadi ya han conseguido exhumar alrededor de 40 cadáveres y han
tratado de localizar a sus familias. Pero si hay algo que destaca de
este campo santo es la peculiar forma de enterramiento. Muchos de los
cadáveres exhumados tenían entre las piernas una botella de cristal que
guarda una ficha personal que indica el nombre de la víctima, quiénes
eran sus padres, el supuesto delito cometido y la supuesta causa de
defunción.
Los tres presos que lograron llegar a Francia volvieron a Catalunya a luchar por la República
Una de ellas es la encontrada en los restos mortales deAndrés Gangoiti.
El papel que reposaba en el interior de la botella, a diferencia de
otros muchos, se ha conservado intacto pese al paso del tiempo."Andrés
Gangoiti Cuesta falleció en este establecimiento el día de la fecha a
consecuencia de tuberculosis pulmonar. Tenía 23 años de edad, soltero,
marino de profesión. Natural de Gorliz (Vizcaya) y vecino de Bilbao.
Hijo de Lorenzo y de Lucía. Este penado fue condenado a la pena de 30
años por un consejo de guerra celebrado en San Sebastián por el delito
de adhesión a la Rebelión", reza el documento.
La Asociación de Fusilados de Navarra sigue
trabajando a día de hoy para que el fuerte sea recuperado como lugar de
memoria. "No se puede permitir que el fuerte sea visitado por turistas o
habitantes de la zona sin que se informe que ha sido un lugar de
represión. Es un símbolo ineludible para la recuperación de la memoria
histórica", sentencia Koldo Pla.
Imágenes facilitadas por Koldo Pla.
http://www.publico.es/458874/la-gran-evasion-republicana-que-acabo-en-matanza
http://fuertesancristobal.blogspot.com.es/
http://fuertesancristobal.blogspot.com.es/
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