El 1 de julio de 1936, el Gobierno de Mussolini firmó cuatro contratos
por los que se comprometía a suministrar aviones y armas a los
insurgentes españoles.
Ángel Viñas. El País, - 17 julio 2012
Faltaban diecisiete días para la rebelión
Se acerca lo que durante la dictadura fue la “Fiesta Nacional”. Es el
momento de dar a conocer algunos pormenores que rodearon el “18 de
Julio”. No gustarán a franquistas, neofranquistas, conservadores y
neoconservadores. Menos aun a los “historiadores patrióticos”. Hay que
reescribir un pelín la conspiración, los antecedentes del golpe y
revalorizar, sobre todo, la conexión fascista.
Hechos. a) El 1º de julio de 1936 se firmaron en Roma cuatro
contratos. Detallaban el material que los italianos se comprometieron a
suministrar a los futuros insurgentes. El primero fue el más importante:
recayó sobre 12 aviones Savoia-Marchetti 81, bombas, carburantes y
productos varios de aviación. Ascendió a 16.246.750,55 liras. Los
aviones constituían la parte del león (14.400.000 liras). El lote debía
entregarse en el mes de julio.
b) Los otros contratos abarcaron aviones, explosivos, municionamiento
y diversos materiales, extremadamente detallados en larguísimos anexos.
Debían entregarse antes de finales de agosto. Lo más significativo
fueron los primeros: 24 Fiat CR 32, los famosos chirris; 3 hidroaviones
de caza Macchi 41 y otros 3 SM 81.
c) El importe de los cuatro contratos ascendió a 39,3 millones de
liras. Los precios se especificaron pormenorizadamente. Aplicando los
tipos de cambio utilizados en uno de los pagos parciales, ello equivalía
a 615.987 libras esterlinas, de las cuales 362.915 correspondían a los
42 aviones. Expresado en pesetas de la época los compromisos
representaban unos 22.5 millones. Hoy, aplicando la fórmula utilizada
por el profesor José Ángel Sánchez Asiaín, los suministros contratados
supondrían al menos 337 millones de euros.
Implicaciones. La determinación del material y de sus precios tuvo
que llevar tiempo. Los contactos operativos que desembocaron en los
contratos debieron establecerse tras las elecciones de febrero de 1936.
No había motivo para hacerlo antes. Probablemente, y como es habitual,
en las negociaciones habría un toma y daca. Tuvieron lugar en Roma. Los
nombres de los negociadores son desconocidos, pero entre ellos hubo
aviadores italianos y probablemente españoles.
Mussolini entendió su apoyo en una clave ofensiva contrala
Repúblicaque databa, según Heiberg, de 1931. Esto revela el carácter
agresivo de su política exterior. Acababa de demostrarla con éxito en
Abisinia. Una España amiga le permitiría, por su posición
geoestratégica, aspirar a la hegemonía en el Mediterráneo occidental. El
Duce, que ya se aproximaba velozmente a Hitler, se disponía a sentar
las bases para agredir, en su momento, a las decadentes democracias. Las
elucubraciones de historiadores como Renzo de Felice y sus numerosos
seguidores, que la caracterizaron de “oportunista”, deben descartarse.
Los contratos dan la razón, por el contrario, a las interpretaciones de
Mauro Canali, Lucio Ceva, John Gooch, Morten Heiberg, MacGregor Knox,
Robert Mallet o Brian Sullivan. (El lector no encontrará demasiadas
referencias a estos autores entre nuestros historiadores “patrióticos”).
Del lado español, es obvio que los conspiradores no retrocedían ante
una guerra. La composición de los 42 aviones contratados, en general muy
superiores a la aviación gubernamental, permitía combinar tres tipos de
operaciones: de bombardeo, de transporte y de caza. También proteger
ciertos territorios. Nos inclinamos a pensar que se trataba de las
Baleares. Actividades, no es necesario subrayarlo, que eran
estrictamente bélicas.
¿Quiénes lograron tan significativo éxito? Podemos eliminar a los
falangistas (hiperexaltados en cierta literatura). También a los
políticos dela CEDA(que se concentraron en otras actividades como las de
excitar a la opinión pública y, en frase inmortal de Gil Robles,
“desgastar a las izquierdas”). Sabemos que no fueron los carlistas.
¿Quiénes quedan? Algunos militares, que aportarían su know-how técnico, y
sobre todo los monárquicos: la gente de Renovación Española y del
Bloque Nacional. Con nombres y apellidos: Joaquín Calvo Sotelo, Antonio
Goicoechea, Pedro Sainz Rodríguez. Los que gravitaban en torno a la
revista Acción Española. Quienes predicaban la “contrarrevolución” y se
preparaban para la guerra pura y dura. Los que durante años habían
amamantado cuidadosamente los contactos con los italianos. Quienes no
temían adentrarse por la vía fascista, como anunció orgullosamente Calvo
Sotelo el 14 de junio en las Cortes. Precisamente cuando Goicoechea
escribió a Mussolini pidiendo dinero. Por si las moscas.
Podemos tranquilamente dejar de lado a Luis Antonio Bolín y sus
omnipresentes mentiras. Al igual que en la operación del Dragon Rapide,
se autopresentó como un superman. Él solito habría detonado la ayuda
italiana, camelo que se ha creído más de algún autor. Hasta ahora.
La realidad no fue la prevista. Los planes monárquicos se cumplieron
en lo instrumental. Tan pronto como Goicoechea y Sainz Rodríguez se
desplazaron a Roma el 24 de julio despejaron las incógnitas que habían
hecho dudar a Mussolini durante varios días. Sus espías militares le
habían informado desde Tánger que el golpe se hacía bajo la dirección de
un desconocido general, Francisco Franco. ¡Pero nadie había negociado
por Franco en Roma! Aclarada la cuestión, los 12 SM prometidos
emprendieron raudos el vuelo hacia Marruecos, más fácil de alcanzar que
Burgos. Aterrizaron solo 9. Mussolini cumplió a rajatabla y en plazo el
primer contrato. También cumplió los otros, adaptándolos a las nuevas
circunstancias de guerra.
El Duce aspiraba a la hegemonía en el Mediterráneo occidental y se
disponía a sentar las bases para agredir a las decadentes democracias
¿Y Mola? Atascado en Burgos y desesperado. Las cosas no le habían
salido como había previsto. No avanzaba hacia Madrid. Necesitaba
aviones. Afirmó (en contra de la máxima de que a nadie le desagrada una
perita en dulce) que no era para ganar la superioridad aérea. Lo que
quería era aviones para apoyar las tropas de tierra, que podrían
desmoralizarse fácilmente en cuanto se las bombardease, aunque fuera con
bombitas. El conde de los Andes salió disparado a Roma a convencer a
los italianos.
Este episodio no es anecdótico. Le otorgamos un interés relevante.
Mola estaba dispuesto a adquirir aviones a cualquier precio. Tal era el
inequívoco mensaje. Los italianos lo entendieron y cumplieron a
rajatabla su deseo. No gustará a los historiadores neofranquistas que
comparemos los precios de los aviones contratados el 1º de julio de 1936
con los suministrados al simpar Caudillo a lo largo de la guerra.
Muestran un notable aumento. Los SM pasaron de 1,2 millones de liras por
unidad a un máximo de 2 millones, con precios intermedios entre 1,35 y
0,954 millones según los niveles de equipamiento. Los chirris, valorados
en los contratos a 175.000 liras (9 lo fueron a 250.000 porque tendrían
un equipo superior), ascendieron hasta 664.000. Y ¿qué hizo Franco?
Tragárselos. Como también se tragó los sobreprecios cargados por los
nazis, siempre tan pulcros y aseados. (El lector debe saber que este
reproche del trágala lo hacen algunos autores a los republicanos en
relación con los precios soviéticos, aunque ninguno de ellos ha querido
advertir que estuvieron en línea con los cargados a Franco, a pesar de
partir de supuestos de atribución de costos de producción radicalmente
diferentes).
Con la muerte violenta del “proto-mártir” Calvo Sotelo, el accidente
mortal de Sanjurjo, el estancamiento de Mola y el fulgurante ascenso de
Franco, supuesto general monárquico, los planes restauradores de
Renovación Española y del Bloque Nacional no fructificaron. Se
contentaron con lo que, en el fondo, más les importaba: anular las
reformas económicas, sociales, educativas, políticas y culturales
republicanas. Ni siquiera fueron capaces de reconocer su mayor logro: el
haber apalabrado la ayuda fascista antes del 18 de julio. Si Alfonso
XIII, en Roma, había estado al corriente de las negociaciones, lo cual
es verosímil, tampoco dijo ni pío. Algunos, eso sí, maldijeron de Franco
de puertas adentro. A Goicoechea Franco le compró con la suculenta
prebenda de gobernador del Banco de España. Sainz Rodríguez, ministro de
Educación Nacional, echó la vista haciala Españacatólica, imperial y
sobre todo reaccionaria como modelo a emular.
Las interpretaciones propaladas en general por los republicanos (que
presentan la sublevación un golpe militar fascista o la guerra civil
como una de defensa contra el fascismo) se aproximan más a la realidad
documentable que las de la derecha (un golpe para impedir que España
cayera en los abismos del comunismo). Todavía algunos de sus prohombres
continúan creyendo tal camelo.
Coda. Se ha defendido la no desclasificación de millares de
documentos militares entre otras razones para no “perjudicar” las
relaciones diplomáticas. Desvelar la fría agresión italiana, que es lo
peor que un país puede hacer a otro, no dañará las relaciones con
Italia. Un Gobierno temeroso del pasado y que tampoco se fía de sus
ciudadanos da que pensar. Enla Unión Europea, tras tantos años, España
vuelve a ser diferente.
Ángel Viñas es historiador y catedrático emérito dela UCM. Esteartículo adelanta una investigación en curso.
http://elpais.com/elpais/2012/06/14/opinion/1339679956_048174.html
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