jueves, 9 de enero de 2014

"Lo único que queda de la España de la Guerra Civil es la derecha tradicional católica"

Juan Miguel de Mora, último Brigadista Internacional mexicano que queda con vida, recuerda para 'Público' su experiencia en la guerra española, donde luchó con apenas 14 años

Juan Miguel de Mora.

Juan Miguel de Mora.- Almudena Cros (ABBI)

ALEJANDRO TORRÚS Madrid 05/01/2014 
 
Juan Miguel de Mora afronta, con 92 años de edad, la "última etapa de la juventud". Sentado ya en una silla de ruedas, pero con una mente más que lúcida, Juan Miguel bromea porque, asegura, le han negado la participación en las próximas olimpiadas. "Yo quería competir en los 100 metros lisos, pero no me dejaron. Es una injusticia intolerable", asegura este hombre, que señala que le hubiese gustado competir en los Juegos Olímpicos de Madrid siempre y cuando "no tuviera que correr con Mariano Rajoy".
De visita en España, invitado por la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales, Juan Miguel de Mora atiende a Público en la que seguramente será su última visita al país por el que luchó para evitar la victoria del fascismo. Tenía entonces 14 años, pero su tozudez le permitió alistarse en la XV Brigada en la que luchó en la Batalla del Ebro. "Discutí durante horas con el comisario general del Ejército republicano para luchar en el Ebro. Me preguntó si pensaba que el ejército republicano tenía alguna posibilidad de ganar la guerra. Le dije que no. Entonces, me respondió que por qué quería luchar. Y yo le dije: Pues por eso mismo. Finalmente, no le quedó otra que aceptarme por mi tozudez", recuerda.
En julio de 1936 usted tenía 14 años y estudiaba en un Liceo de París. ¿Qué se le pasó por la cabeza para decidir acudir a la Guerra Civil española en defensa de la República?
La sociedad de entonces no tenía nada que ver con la de ahora. Yo tenía 14 años pero estaba muy politizado. No hay que olvidar que había gente que con 12 años en la guerra también estaba peleando. El clima de Europa era muy diferente. En el propio Liceo había organizaciones comunistas, socialistas, fascistas y siempre estábamos a golpes los unos con los otros. Cuando íbamos al cine veíamos en el noticiero anterior a la película imágenes de lo que estaba pasando en Alemania, en Italia y del golpe de Estado militar en España.
"Hoy la gente es indiferente ante la política, pero entonces había un problema con el fascismo y todo el mundo era consciente de ello"
¿Qué vio en aquel noticiero sobre España para decidir acudir a una guerra donde podía perder la vida?
En Francia informaban de la existencia de dos bandos. Uno, el de los leales a la República y otro, el de los nacionales. Las claves de rojos y nacionales eran de consumo interno español. En Europa se utilizaban otros términos. Yo vi a unos militares con el brazo en alto, como si estuvieran comprobando si llovía o no, y decidí que tenía que luchar.
¿Cómo llegó a España?
Yo tenía un amigo a quien la guerra sorprendió con su mujer y su hijo de cinco meses veraneando en España. Entonces, al producirse el golpe de Estado, él me dijo que venía para España en coche a buscar a su familia y yo le pedí que me llevara con él. Llegué a finales del mes de julio. Fui casi el primer brigadista en llegar. Sólo llegaron antes que yo los atletas que estaban participando en la Olimpiada Popular de Barcelona que decidieron alistarse en el Ejército republicano. Aún hoy la gente no puede entender por qué lo hice. Hoy, la mayor parte de la gente es indiferente ante la política, pero entonces había un problema general con el fascismo y todo el mundo era consciente de ello.
Una vez llegó a España, ¿qué hizo? ¿Fue directo a alistarse?
Me fui derecho a las Juventudes Socialistas Unificadas. Estaban, entonces, en el Palacio de Liria, que ya había sido ocupado. Eran los primeros días de agosto de 1936. Me inscribí y me quedé allí alojado hasta que decidieron qué hacer conmigo. Tras un tiempo de espera me llamaron para acudir al Museo del Prado. Estaban empacando los cuadros para su transporte y querían que yo cargara camiones. ¡No tenía ni idea de la importancia de la tarea que estaba haciendo! No sabía cómo proteger las piezas. Estaba molesto y cabreado. Había venido a España a luchar y me habían puesto de peón de carga. Así que al día siguiente me fui a la calle Francos Rodríguez, donde estaba la sede del V Regimiento, con la intención de alistarme.
¿Qué pasó allí? ¿Le aceptaron a pesar de tener 14 años?
Allí sucedió uno de los episodios más divertidos de mi experiencia en España, pero en aquel momento fue una tragedia para mí. Nada más llegar, vi un mural del V Regimiento donde decían que había una guardería a disposición de los compañeros y compañeras con hijos que habían decidido inscribirse. La edad para inscribirse en la guardería era de 4 a 14 años. ¡Imagínate qué humillación y qué disgusto! ¡Yo quería ir a la guerra pero tenía la edad para estar en la guardería con los niños! Aun así, fui a inscribirme, pero me dijeron que era un niño y que no podía. Yo insistí e insistí y dije que había llegado desde Francia sólo para luchar. Entonces dijeron que me aceptarían pero en trabajos de intendencia, nunca en el campo de batalla.
"¡Yo quería ir a la guerra pero tenía la edad para estar en la guardería con los niños!"
Fue un golpe duro. A los 14 años uno quiere sentirse mayor. Fíjate que es la edad en la que muchos empiezan a fumar para sentir que ya se es adulto. Yo quería ser soldado y luchar por la República. Después, el Gobierno de la República emitió un decreto en el que señalaba que la edad mínima de alistamiento eran los 17 años. Entonces, muy amablemente, me dieron de baja y yo exigí un comprobante militar oficial de que me daban de baja por mi edad. Fue una baja honrosa.
Ha señalado anteriormente que llegó a estar en la Batalla del Ebro con la XV Brigada. ¿Cómo llegó hasta allí?
Cuando me dieron de baja en el Ejército volví a las JSU insistiendo en mi deseo de querer ayudar. Finalmente, como era muy listo con los estudios, me dieron la plaza de corresponsal de guerra del diario de la Alianza Juvenil Antifascista, que tenían las juventudes socialistas, comunistas y anarquistas. Hacía reportajes y artículos sobre la guerra y con este trabajo llegué a la Batalla del Ebro.
Con el ejército de Franco ya en Castellón me presenté ante el Comisario General de la Batalla en el Ejército republicano, Luis Delage, y le dije que quería combatir junto a las Brigadas Internacionales. Nos conocíamos desde hacía un mes o 20 días. Lo primero que me dijo fue: 'No seas gilipollas'. Lo recuerdo perfectamente. Discutí durante horas con él. Me preguntó si pensaba que el ejército republicano tenía alguna posibilidad de ganar la guerra. Le dije que no. Entonces, me respondió que por qué quería luchar. Y yo le dije: 'Pues por eso mismo'. Finalmente, no le quedó otra que aceptarme por mi tozudez. Me dio una plaza en la XV Brigada.
La Batalla del Ebro es recordada como la más cruenta de todas las batallas. ¿Qué recuerda?
Me ocurrió un fenómeno que ha sido certificado por varios psquiatras. Se me olvidó la batalla del Ebro durante años. Recordaba la guerra española, recordaba la batalla de Guadalajara y otras muchas, pero mi cerebro estaba limpio de la batalla del Ebro. No recordaba ni que había existido tal batalla. Con los años me fui acordando de todo. Poco a poco. Ahora recuerdo absolutamente todo. De lo malo y de lo peor y créeme que hay cosas que es mejor no recordar.
¿Cómo terminó la Guerra Civil para usted?
Recibí un bayonetazo y perdí el conocimiento. Me mandaron a Barcelona. Era septiembre de 1938. No pude estar presente ni en la despedida oficial de las BBII. Estando en el hospital, ingresado, me dijeron que me tenía que ir, que los brigadistas ya estaban abandonando el país porque la derrota era inevitable. Me negué en rotundo y acabé en otra unidad militar, pero cuando terminó la guerra pasé a Francia, donde me metieron preso en el campo de concentración de San Ciprián. No obstante, pude escapar pronto de allí.
"Me ocurrió un fenómeno que ha sido certificado por varios psquiatras. Se me olvidó la batalla del Ebro durante años"
¿Cómo escapó?
Es una historia larga. Allí había playa y nada más. Playa y alambrada era todo lo que se veía. Pensé que cuanto más tiempo pasara allí más difícil sería escapar porque poco a poco irían perfeccionando la seguridad del campo. Así que a los tres o cuatro días lo intenté y lo conseguí. Fuera había gente esperándome, que dijeron que eran policías franceses que me llevaban detenido. Está claro que era mentira.
¿Alguna vez ha pensado qué hubiese pasado en España si hubiese ganado la guerra el bando republicano?
Muchas veces y no tengo ninguna duda. En España se hubiese instaurado una República de tendencia izquierdista. Stalin no tenía ningún interés en la guerra. Él era un dictador brutal y yo nunca fui del Partido Comunista. Acudí a las Juventudes Socialistas Unificadas porque eran los que mejor organizados estaban para el combate y la resistencia y yo tenía sentido práctico.
¿Queda hoy algo en España de los valores de aquella II República y de la España que usted conoció en la Guerra Civil?
Este país no tiene absolutamente nada que ver con el país que yo conocí. Nada de nada. Lo único que queda es la derecha española tradicional clerical. Esa derecha, por cierto, que fue la que supo capitalizar la ayuda de Hitler, quien, por cierto, era ateo. Cuando Alemania perdió la guerra, la Falange también perdió poder en España en detrimento del sector más católico y ultraconservador. Los que capitalizaron la guerra no fueron los fascistas ni los nazis que había en España, sino los católicos. Si llega a ganar Hitler la II Guerra Mundial hubiera mandado mucho más la Falange y la Iglesia lo hubiese pasado peor.

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