domingo, 10 de marzo de 2013

48 aniversario del último maquis. José Castro Veiga fue el último «fuxido» que falleció en una acción armada.


El último guerrillero cayó tiroteado en la ribera de Chantada hace cuarenta y ocho años
El guerrillero, sorprendido por la Guardia Civil, murio en la mañana del 10 de Marzo de 1965

José castro Veiga



10 marzo 2013

Hacia las o­nce y media de la mañana del 10 de marzo de 1965 -según la escueta nota que la prensa fue autorizada entonces a publicar- el veterano guerrillero José Castro Veiga O Piloto murió en la parroquia chantadina de San Fiz, cerca del embalse de Belesar, tiroteado por un agente de la Guardia Civil mientras descansaba sentado en un peñasco. Según la versión oficial, en la que se le calificó de «tristemente célebre forajido», fue conminado a entregarse, pero parece que en realidad fue atacado sin previo aviso. Poco antes había atracado a un vecino de Lamagrande, en O Saviñao, arrebatándole 15.000 pesetas «que en concepto de multa le impone el Gobierno legítimo de la República», según le explicó a la víctima. Esta acción fue la que dio pie a que se le localizase. Tenía 50 años recién cumplidos y hacía por lo menos veinte que se había echado al monte para oponerse a la dictadura franquista con las armas en la mano.

O Piloto fue el último de los antiguos guerrilleros antifranquistas de toda España que murió con las botas puestas. En su agitada biografía hay muchas lagunas y muchos puntos dudosos que quizá nunca lleguen a ser aclarados, como sucede con las de otros muchos combatientes de aquellos tiempos. Natural de Boelle de Arxemil, en el municipio de O Corgo, a los 16 años ingresó como voluntario en el cuerpo de Aviación, en Madrid. De esta etapa, en la que obtuvo el rango de cabo, le vino el apodo que conservó toda la vida. Luchó con el bando republicano en la Guerra Civil y al terminar la contienda fue apresado y condenado a treinta años de cárcel. No obstante, salió de la prisión cuatro años después, gracias a un indulto, y algún tiempo más tarde pasó a la clandestinidad. Entre 1943 y 1945 -no se sabe con certeza- se incorporó a las guerrillas que operaban en el noroeste y al principio participó en acciones armadas cerca de su localidad natal, en la zona de Baralla y Castroverde. En 1946, tras la detención de un gran número de militantes lucenses de la resistencia antifranquista, trasladó su zona de acción al sur de la provincia.

Desde entonces tuvo siempre esta zona como principal base de actuación, aunque se movió mucho por otras áreas de Lugo y Ourense. O Piloto, afiliado al Partido Comunista, llegó a dirigir la tercera Agrupación Guerrillera de Galicia entre 1946 y 1947, su momento de mayor influencia en las organizaciones armadas opuestas a Franco. En estos años tomó parte en un gran número de enfrentamientos con las fuerzas policiales de la dictadura, sobre todo en 1948, una época en el que la violencia llegó a sus cotas más altas.

Declive de la lucha

Esta actividad guerrillera empezó a decaer en 1949, cuando el régimen franquista empieza a consolidarse en el plano internacional. Por entonces, muchas agrupaciones de la zona habían quedado diezmadas en los choques con la Guardia Civil y también por la acción de numerosos infiltrados. Ese año, una numerosa partida cayó en un enfrentamiento con la Guardia Civil en la parroquia monfortina de Chavaga. Numerosos miembros de la resistencia empezaron a tomar el camino del exilio, pero O Piloto prefirió seguir operando en el sur lucense, acompañado por un número cada vez más reducido de compañeros, hasta acabar por quedarse prácticamente solo. Sin embargo, siempre se mantuvo en contacto con otros opositores clandestinos. En medio de estas difíciles circunstancias, Castro Veiga mantuvo una larga relación sentimental con Ramona Curto, natural de de O Saviñao y conocida como Mirelle, con la que vivió oculto mucho tiempo.

Un combatiente veterano que se convirtió en un hombre a la espera
El escritor y periodista Carlos G. Reigosa, que investigó extensamente la vida de José Castro Veiga y escribió sobre él en su libro Fuxidos de sona , opina que en los últimos años O Piloto ya no podía considerarse como un guerrillero, sino simplemente como «un hombre que esperaba». Según explica, «a partir de 1950 ya no se puede hablar de una actividad militar seria en las guerrillas gallegas y tanto O Piloto como los demás que andaban en su situación se dedicaron a sobrevivir y a esperar la caída del régimen. Decir otra cosa es mitificarlo».

Reigosa señala que en esa última época, O Piloto vivía oculto en diversas casas particulares y realizaba solo unas pocas salidas al año. «A veces iba a visitar a otros activistas y otras a realizar lo que él llamaba un golpe económico para procurarse fondos. Siempre justificó políticamente sus robos, diciendo que actuaba en nombre de la autoridad republicana. Sin embargo, pasó mucho tiempo sin moverse e incluso se puso gordo. Era muy valiente y a mi parecer, prefería morir combatiendo a rendirse, pero a la vez era muy prudente al planear sus acciones », dice el escritor.

La extrema dureza con que actuaba a veces le valió una pésima reputación entre muchos vecinos las comarca de Chantada y Lemos. «Es cierto que cometió acciones muy discutibles y de una crueldad excesiva, pero hay que tener en cuenta que el cerco al que estuvo sometido era también muy cruel y violento», dice Reigosa. «Por otra parte, si pudo mantenerse oculto tantos años fue porque indudablemente contaba con muchas personas y familias que le prestaron apoyo y le guardaron una gran fidelidad, a la que él correspondió», añade.

En el terreno político, según Reigosa, O Piloto se movía un tanto por libre. «Otros guerrilleros comunistas tenían una mentalidad muy militarista, se imponían una disciplina férrea y cumplían estrictamente las órdenes aunque no estuviesen de acuerdo con ellas, pero él sólo gozó de la confianza de los jefes durante un tiempo y después tuvo muchas diferencias con los mandos de las guerrillas», señala. A este respecto, hay un rumor según el cual Castro Veiga llegó a ser condenado a muerte por sus propios compañeros. Reigosa no está seguro de que se pueda dar crédito a esta historia, pero cree que está relacionada con la tirantez que existió en cierto momento entre O Piloto y otro célebre guerrillero, conocido como Coronel Benito. «Este hombre decía haber estado con Enrique Líster en Rusia y vino a Galicia con una mentalidad muy estalinista, quierendo imponer su punto de vista por encima de todo. Algunos guerrilleros, como O Piloto, llegaron a enfrentarse muy seriamente con el Coronel Benito y los que le rodeaban», explica.

Escondidos en los desvanes
El apoyo de algunos vecinos permitió a José Castro resistir veinte años en la clandestinidad. En Sernande y Santa Uxía estaban dos de sus muchos escondites

(C. Cortés / R. Fernández | chantada)

La presa de Os Peares le estropeó uno de sus mejores escondites a O Piloto. El llenado de este embalse a finales de los años cuarenta obligó a dejar sus casas a los vecinos de la aldea chantadina de Sernande. Una de ellas era utilizada como escondite por José Castro y su grupo de guerrilleros en su primera época, la más activa. Esther González Lage es la cuñada del dueño de aquella casa, ya fallecido. Hoy se ríe recordando el apuro que pasó la noche que ella y su marido compartieron techo con O??????Piloto: «Me decían 'están arriba ¿quieres verlos?', pero no quise, Me impresionaba mucho aquella gente».

Este matrimonio de Chantada viajaba aquel día hacia Ourense vía Os Peares. Sus cuñados de la Casa do Barqueiro de Sernande los habían invitado a hacer un alto allí para pasar la noche. Ni ellos ni Esther sospechaban que iban a coincidir con el grupo de bandoleros -así los llamaba la prensa del régimen- más buscado de Galicia.

«Era una casa grande, tenían sitio para esconderse bien», recuerda. Aquel día ella no llegó a ver a ninguno de los bandoleros . No quiso subir al desván con su cuñado Emilio para saludarlos. Cuando ellos se despertaron a la mañana siguiente, los fugitivos ya no estaban. Se habían levantado en plena madrugada para marcharse a otro de sus refugios, la casa de otro hermano de Emilio en el pueblo de Santa Uxía do Asma, a varias horas de distancia a pie.

Llegaron tarde

Esther asegura no saber a ciencia cierta por qué sus familiares daban cobijo a estos fugitivos. «Mi marido, que como todos sus hermanos sabía lo que estaba pasando, tenía miedo por lo que le pudiese pasar a Emilio si lo descubrían. Recuerdo que decía: 'No sabe en qué lío se va a meter'».

Por suerte para Emilio, la Guardia Civil no se enteró hasta que ya fue tarde. Él y su mujer abandonaron Sernande a finales de los años cuarenta, obligados por la construcción en Os Peares de la primera central hidroeléctrica del río Miño. Cuando la Guardia Civil fue a buscarlo, él y su esposa ya habían emigrado a Venezuela. Los guardias preguntaron entonces a sus hermanos. «Mi marido Darío les dijo que no sabía nada, se fueron y ya no volvieron a venir», recuerda Esther.

Para entonces, O Piloto y los suyos ya habían encontrado otros refugios. Resistir tanto tiempo sin caer necesitaba de una amplia red de apoyos, construida sobre una mezcla de complicidades ideológicas y compromisos personales, y protegida de delaciones por el miedo a las represalias de los maquis que quedasen libres.

Uno de esos refugios era la casa de Rosa (no es su nombre real, pero esta mujer prefiere no identificarse). En 1941 se casó y se fue a vivir a casa de su marido en una parroquia ribereña de Chantada. Tenía 21 años y ningún interés por la política y dice que las razones de su esposo para ayudar a O Piloto tampoco eran ideológicas. «Fue por amistades, que te piden cosas y te meten en un compromiso», dice.

Fue Largo Caballero

El amigo que llevó a O Piloto a su casa era un hombre vecino de la parroquia de Nogueira conocido por el expresivo sobrenombre de Largo Caballero y que actuaría como enlace de la guerrilla en la zona. Los hombres de O Piloto llegaban siempre de noche y se marchaban antes de que se hiciese de día. «Nunca avisaban, unas veces llegaban nos pedían comida y se volvían a marchar al momento y otras pedían pasar la noche en casa». A veces era sólo O Piloto, y otras iba acompañado con una parte de sus hombres, en todo caso nunca más de tres o cuatro. Y nunca venía ninguno de ellos si no era con el jefe del grupo. Cuando se quedaban de noche, a la mañana siguiente ya se habían ido. En ese escondite no llegaron a pasar ningún día entero.

Rosa cree que todos en el pueblo sabían lo que ocurría. Pero nadie lo denunció, y eso que entonces allí vivían no menos de un centenar de personas.

Como en el caso de Sernande, el refugio de la casa de Rosa le duró a O Piloto hasta que el matrimonio dejó el pueblo y emigró. Ella no volvió a oír hablar de O Piloto hasta 1965, quince años después de haberlo visto por última vez. Fue cuando dieron por la radio la noticia de su muerte. Lo había matado de un tiro un guardia civil en San Fiz. El entonces forense de Chantada Luis Vázquez Álvarez, examinó el cadáver y certificó su muerte en un escueto certificado de defunción en el que como única causa del fallecimiento consta una aséptica «hemorragia cerebral».
http://www.lavozdegalicia.es/inicio/noticia.jsp?CAT=126&TEXTO=3528892

No hay comentarios:

Publicar un comentario