Cerca de 10.000 españoles pasaron por campos de concentración. Más de dos tercios murieron. El documental 'Memoria de las cenizas' rescata el testimonio de cinco andaluces que vivieron el horror nazi por luchar contra el fascismo en Europa
El deportado Eduardo Escot (Olvera, Cádiz, 1919) con la chaqueta a rayas que llevó en Mauthausen, en su domicilio en Rosny sous Bois, cerca de París. |
El estado español no ha satisfecho aún la deuda contraída con aquellos que hicieron frente al fascismo en España, primero, y en Europa después. Cerca de 10.000 españoles pasaron por campos de concentración nazi. Apenas un tercio logró sobrevivir. Todos los monumentos que hoy rinden homenaje a las víctimas del fascismo en el campo austríaco de Mauthausen fueron levantados a iniciativa de los gobiernos de las 17 nacionalidades de europeos recluidos allí. Todos, menos en el caso español. Aquí fueron los propios supervivientes quienes reunieron el dinero a través de una cuestación popular para edificar el homenaje. El mantenimiento del mismo sigue recayendo en ellos y sus familias, sin ningún tipo de ayuda. Y la primera visita institucional española que recibió este lugar no llegó hasta 2005, con el entonces presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero.
Para rescatar esta memoria y transmitir el testimonio directo de aquellos hombres deportados a campos de concentración nazi, el antropólogo Ángel de Río presentó anoche en Madrid el documental realizado junto con Eduardo Montero, Memoria de las cenizas (Intermedia), en el que traza los relatos de cinco supervivientes andaluces del campo de Mauthausen. "Su voz se apaga, y necesitan que los jóvenes cojan ese testigo", explica Del Río sobre la vocación pedagógica de un documental al que acompañan materiales didácticos para impartir en centros educativos.
La chispa que prendió la idea de rescatar del anonimato los intensos relatos de los supervivientes de un campo nazi surgió en el viaje de un grupo de Andalucía a Austria en 2005, por el 60 aniversario de la liberación de Mauthausen. "Allí conocimos a algunos deportados españoles con historias fascinantes y desconocidas", aclara Del Río a Público. "Durante el trabajo, comunicamos a muchas personas que sus familiares habían muerto en este campo, cuando éstos pensaban que, en realidad, habían desaparecido en la Guerra", apunta sobre el velo de silencio que aún cubre este tipo de historias. "A diferencias de otros países, España no ha asumido como Estado que esto forma parte de su patrimonio. Aquí el fascismo murió en la cama y, después, no se hizo nada", añade.
Virgilio Peña, superviviente cordobés de un campo nazi
Uno de los testimonios incluidos en el trabajo Memoria de las cenizas es el de Virgilio Peña (Espejo, 1914). A sus 99 años mantiene un apasionado interés por la realidad política que le rodea. Integrante de la resistencia francesa contra el fascismo -el denominado maquis- pasó 20 meses en el campo nazi de Buchenwald, uno de los más grandes en territorio alemán. Al otro lado del teléfono desde su domicilio en Francia, donde reside desde que salió liberado en abril de 1945, relata cómo le detuvo la policía francesa en Burdeos "en mi casa mientras dormía, como quien coge a un pajarito mojado", lo interrogó con torturas durante dos semanas y, después, lo entregó a las SS alemanas.Antes de llegar a Alemania había pasado tres meses en un campo francés de prisioneros al norte de París. "Allí nos preparábamos para el campo de concentración que venía después", detalla a Público.
Uno de los episodios que recuerda con mayor conmoción es el del viaje de cuatro días en tren hasta Buchenwald. "Era un vagón para caballos; íbamos unas 100 personas. Yo no me soltaba de las manillas de atar a los animales porque el que caía al suelo ya no se levantaba más", relata. "Ahí hacíamos nuestras necesidades, y había gente que moría asfixiada". "Es de lo más criminal por lo que he pasado; eso no se puede olvidar", sentencia.
"A los gobiernos españoles no tenemos nada que agradecerles"Una vez en el campo de concentración, Virgilio cree que debe su supervivencia a la comida que le aportaba un alemán allí preso
-"le conocíamos como Willy", recuerda- que trabajaba limpiando las
casas de soldados de la SS, y aprovechaba esa ocupación para llevarse
comida. "Hicimos una gran amistad", rememora.
Hoy en día,
Virgilio lamenta que su propio país se haya olvidado de los deportados
españoles en campos de exterminio nazi. "Francia nos ha reconocido el
tiempo en Buchenwald, Alemania también y tenemos una pensión de los dos
países. De los gobiernos españoles, nada de nada, no tenemos nada que
agradecerles", denuncia. "Es como si no existiéramos", deplora sobre la indolencia de las instituciones españolas.Últimos testimonios de supervivientes españoles en campos nazis
El documental de Del Río y Montero toma como referencia al colectivo de andaluces deportados en campos nazis. La cifra alcanza los 1.500. Y el hilo argumental se desarrolla entre los casos de Mauthausen -el lugar de exterminio que congregó al mayor número de españoles- y los relatos de familiares de otros deportados.Los protagonistas principales, supervivientes de Mauthausen, rebasan los 90 años. Uno de ellos, Alfonso Cañete, falleció la semana pasada. Y Juan Camacho lo hizo unos meses antes.
"Seguimos siendo antifascistas, hasta la muerte"Camacho,
que vivía en Uruguay y durante un viaje a España contactó con la Amical
de Mauthausen -el colectivo que agrupa a deportados y familiares desde
1962-, regresó al campo austríaco de concentración hace apenas algunos
años. "Pero no quisiera volver", dejó plasmado a cámara en el
documental. Hasta el final de sus días sintió la lucha contra el
fascismo. "Seguimos siendo antifascistas, hasta la muerte", concluyó.
Uno de los trágicos sucesos que recordaba en la cinta era la costumbre
de los miembros de las SS de tirar piedras a los presos desde lo alto de
la cantera de Mauthausen, donde trabajan como esclavos. "Si te daban en la cabeza, te mataban". Con los ojos humedecidos confiesa que no lograron degradarlo como persona. "Seguí manteniendo la dignidad humana".
Cañete,
por su parte, contó a cámara que lo habitual allí era "salir por la
chimenea" de los hornos crematorios. "Siempre salía humo". Apoyado en
una mesa sobre la que muestra unas piedras, confesó que en aquel lugar
"el hombre se atrofia, y llega un día que ya no piensas". Cuando salió
del campo, su sensación era la de haber permanecido allí "80 años".El padre de José Marfil fue el primer español que murió en Mauthausen. "Le hicieron un minuto de silencio, y las SS se quedaron sorprendidas", recuerda para Memoria de las cenizas. Otro capítulo de este andaluz da cuenta del carácter fuerte y altivo de los españoles en los campos nazis. Uno de los soldados provocó que le atacara un perro. Mientras José Marfil soportaba al can enganchado por la cintura miraba fijamente al SS alemán. Momentos después, quedó liberado. "Había que hacer que no sentías nada; estabas en el infierno".
Por su parte, Eduardo Scott muestra a cámara la chaqueta del uniforme a rayas que llevó durante cuatro años y medio. Aún se lee el número 5151. El oficial de las SS que se la entregó le insistió en que se lo aprendiera. "Este es tu nombre ahora, ya no tienes otro".
El campo de Mauthausen quedó liberado el 11 de abril de 1945. Al salir, los deportados allí firmaron un documento en el que se comprometían al "deber ético de recordar" en homenaje a los miles compañeros que perdieron la vida.
En 1988, las viudas de los diez vecinos de Zujaira (Granada) que murieron en el campo austriaco recaudaron dinero para levantar un homenaje. En Almería, otro monumento se erigió en memoria de los 140 vecinos deportados en aquel campo de exterminio. También, por iniciativa de las familias y los supervivientes. "Ciudadanos europeos dejan flores en el monumento español en Mauthausen, y los deportados españoles han sido homenajeados por varios países, pero no por las instituciones españolas", recuerda Concha Díaz Berzosa, de la Amical. En Austria, los estudiantes "deben ir al menos una vez a visitar algún campo de concentración", añade Del Río.
En España, la realidad es bien diferente. "Parece que les da vergüenza", intuye Virgilio Peña.
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