Joven trabajador y estudiante de 23 años. Militante del PCE(i)
Víctor Manuel Pérez Elexpe |
Fechas para recordar 20 Enero 1975
Enero 2013
Víctor Manuel Pérez Elexpe, Bittor, nació en Portugalete, en el barrio de Repélega, un barrio de trabajadores y gentes sencillas. Cumpliría 61 años este 4 de mayo de 2012, si le hubieran dejado crecer y vivir. Víctor sería hoy un adulto solidario con las causas justas, con los oprimidos y la libertad de los pueblos, como lo fue siempre en su corta vida. Pero en la mañana del 20 de enero de 1975 tuvo la desgracia de toparse con un siniestro guardia civil que lo persiguió a tiros por las calles de Portugalete, cuando repartía octavillas del PCE(i) en solidaridad con los trabajadores navarros; unas octavillas que llamaban al pueblo a sumarse a la justa lucha de los mineros convertida en aquellos momentos en huelga general.
El guardia civil llevó hasta
las consecuencias más atroces su labor de guardian del Régimen,
descargando todo su odio hacia los luchadores por la libertad sobre el
cuerpo de Víctor. Dos tiros por la espalda, a escasos metros de
distancia no podían fallar; uno de ellos le atravesó el corazón y el
joven Víctor cayó fulminado y murió prácticamente en el acto.
En efecto, el cabo de la
guardia civil Narciso San Juan del Rey, vecino del barrio de la
Repélaga, el mismo barrio donde vivía Víctor, le dio el alto cerca de
la iglesia de Santa María y Víctor emprendió la huída tan rápido como
pudo para evitar la detención.
¿Conocía Narciso San Juan a
Víctor y sabía de sus actividades políticas? Es probable que así fuera,
siendo como era vecino de su barrio. Como el guardia civil nunca ha
sido llevado ante un juez es dificil acreditar este extremo, pero
muchos de los amigos y conocidos de Víctor, así como miembros de su
familia sospechan que sí lo conocía. Así lo cree su hermana Mariefi,
cuando afirma: “El guardia civil era vecino nuestro, conocía a mi
hermano y, nos imaginamos su militancia política. Al día siguiente
fuimos a su casa, pero ya lo habían trasladado”.
Naturalmente que lo habían
trasladado, no tardaron ni media hora en poner en marcha la maquinaria
mediática y “legal” del franquismo. Desde el Gobierno Civil o la
Dirección General de la Guardia Civil, orquestaron una burda campaña
tratando de ocultar aquel terrible crimen, llegaron a decir que Víctor
llevaba un arma.Una calumnia que la dictadura puso en
circulación para proteger al guardia civil. Hoy podemos documentar en
las diligencias que realizó la Guardia Civil de Bilbao que a las
siete de la mañana ya habían nombrado un instructor; se trataba del
comandante del puesto y de un auxiliar, un cabo de la Guardia Civil,
que se dirigieron con premura a Portugalete. A las nueve treinta de la
mañana tomaban declaración a Narciso San Juan del Rey, una declaración
llena de mentiras -como después probaron los testigos presenciales- a
los que nunca llamaron a declarar, ni en las diligencias previas ni
posteriormente. Unas diligencias chapuceras, llenas de despropósitos,
en las que ni siquiera aparece la declaración de los policías que
ayudaron a Narciso San Juan en la persecución de Víctor.
También aceleraron la actuación
de la prensa adicta al Régimen: el ABC, La Gaceta del Norte y algún
periódico local se dedicaron con esmero a difundir las mentiras más
abominables, con titulares que daban a entender que se había producido
un tiroteo entre el asesinado y el guardia civil. Aquello fue una
vergonzosa exhibición de falta de principios y de ética profesional por
parte de los periodistas involucrados en la noticia y de los
directores de los periódicos que se prestaron a organizar semejante
farsa. La Gaceta del Norte llegó a extremos insospechados, publicando
una fotografía montaje en la que podía visionarse las pertenencias de
Víctor: una bolsa de trabajo y las octavillas. En aquella fotografía
incluyeron, con total descaro, una pistola que los guardianes de la
dictadura habían manipulado como “prueba” contra Víctor, para así
proteger mejor a su asesino.
La chapuza orquestada por el
Régimen era un auténtico insulto a la inteligencia, a la vez que un
intento de dañar la figura de Víctor como luchador antifascista.
Obviamente nadie podía creer que los militantes comunistas se
dedicaran a repartir propaganda llevando encima una pistola, sabiendo
como sabían que podían ser detenidos. Queremos decir con total
rotundidad que los militantes comunistas no tenían pistolas, tampoco las
tenía Víctor. Lo que sí tenía Víctor era una total entrega a la causa
antifascista, a la lucha por la libertad. Víctor era un joven valiente,
entusiasta y luchador; era un joven revolucionario, un militante
ejemplar que dedicó su corta vida a la causa de la libertad, la
democracia y el socialismo, a la lucha por derribar la infame dictadura
que acabó segando su vida. Víctor Manuel, a pesar de su corta edad,
tenía ya importantes responsabilidades en el PCE(i), formaba parte del
Comité Provincial de Vizcaya y tenía el encargo de contribuir a la
elaboración de un periódico del partido para Euskadi bajo el nombre de Jeiki, la
maqueta del cual ya estaba terminada y se la requisaron en el
registro. Un periódico que acabó publicándose pocos meses después de su
asesinato en castellano y euskera para mejor llegar a todos los
sectores de la sociedad vasca. Para los que conociesen esta publicación
queremos manifestar que Víctor fue uno de sus iniciadores, aunque
desgraciadamente nunca pudo verlo publicado.
El PCE(i) desmintió la farsa
organizada por la dictadura y defendió el nombre del joven camarada
Víctor como luchador revolucionario y antifascista. Las “armas” de
Víctor eran hojas de papel de propaganda política, octavillas de
solidaridad con los obreros de Potasas. Desde su partido no se permitió
que se ocultaran las razones que habían llevado a su asesinato: la
solidaridad con una huelga obrera. Se explicó en asambleas y se
realizaron movilizaciones. Como más adelante veremos se promovieron
concentraciones y acciones de solidaridad en las que participaron todas
las fuerzas políticas. Se explicó la Verdad, que no era otra que
esta: era muy fácil morir en cualquier calle del país por unas
reivindicaciones, era muy fácil que te mataran por exigir libertades
para el pueblo.
La verdad de lo ocurrido
aquella mañana es que Víctor tuvo la mala suerte de encontrarse con
uno de los más torvos y reaccionarios miembros de las estructuras del
Régimen, el cabo de la Guardia Civil Narciso San Juan del Rey, vecino
de su barrio. Se da la circunstancia que en el momento del asesinato ni
siquiera estaba de servicio, pues como prueba su misma declaración iba
de paisano y volvía de su servicio nocturno. Esto no le impidió
seguir a Víctor de cerca y descargar su pistola sobre su joven espalda.
Las declaraciones de los
testigos tiran por tierra todas las alegaciones del guardia civil en
el expediente antes citado; así, nueve trabajadores vecinos de
Portugalete, que se encontraban en el lugar del asesinato, dan
testimonio de lo que realmente sucedió aquella terrible mañana. Todos
coinciden en asegurar que un joven con una bolsa en la mano derecha y
nada en la izquierda, corría despavorido delante de un hombre de
paisano que lo perseguía con una pistola en la mano; todos coinciden
también en decir que el perseguidor realizó al menos dos disparosen
en pocos segundos, el último de los cuales derribó al joven matándolo
al instante. Como hemos dicho, aquel disparo le había alcanzado el
corazón.
Es importante detenerse en la
lectura de estos testimonios, pues como se ha dicho, desmienten con
rotundidad todo lo declarado por Narciso San Juan que manifestaba haber
disparado a las piernas para detenerlo. Lo que acreditan los testigos
es demoledor, el guardia civil había disparado
alzando la mano, lo que contradice el disparo a las piernas y hace
sospechar que en realidad pretendía alcanzarlo de lleno en la espalda.
Además, se encontraba a escasos seis metros de distancia de Víctor,
unos instantes más y lo hubiera detenido sin necesidad de disparar ¿Por
qué entonces lo hizo dos veces? Una de las declaraciones es aun más
dura; tras el primer disparo, el testigo asegura haber oído al perseguidor decir lo siguiente: “¿No has caído?, ¡Ahora vas a caer! y
volvió a disparar el tiro que mató a Víctor. A tan corta distancia
lógicamente no podía fallar. Víctor hacía en ese momento lo único que
podía, correr, huir de una segura detención, como hubiese hecho
cualquier joven en su situación; correr para evitar la tortura y la
cárcel. Pero lo que no sospechaba el joven Víctor es que realizaba su
última carrera, lo que no podía saber es que quien le perseguía no se
conformaba con detenerlo, lo que no sabía es que iba pararlo para siempre.
Todos los indicios llevan a
sospechar que Narciso San Juan no actuó solo, en su declaración admite
ser el autor de los disparos, pero contó con la ayuda de al menos dos
personas; dos personas que el mismo nombra en su declaración: un
policía municipal y un guardia civil retirado. Dice que siguió a
Víctor hasta situarse cerca del Ayuntamiento, donde encontró a un
sargento retirado, según la declaración, Sargento Abad, que le
prestó ayuda para detener y registrar a Víctor. Parece que es el
momento en que Víctor emprende su huida y aparece en escena otro
policía, un guardia municipal. A Narciso San Juan lo trasladaron de
Portugalete a otra ciudad, obviamente jamás se supo dónde; en cambio,
los otros dos, el municipal y el guardia civil retirado siguieron
viviendo en Portugalete con total impunidad, sin que nunca nadie les
haya pedido responsabilidades sobre su participación en los hechos.
Los padres de Víctor
presentaron una querella contra el guardia civil, las acciones
judiciales parten de abril de 1975 ante un juzgado de Bilbao, a
través de un bufete de abogados de aquella ciudad, del que formaban
parte: Juan Luis Ibarra Robles, que fue quien se ocupó del caso, Pedro
Ibarra y Begoña Zabala, pero la causa no prosperó y fue sobreseída
rápidamente. La jurisdicción ordinaria se declaró incompetente, y
poco después el caso fue archivado. Los testigos jamás fueron
llamados a declarar, a pesar de la rotundidad de sus testimonios que
evidenciaban claramente que Víctor Manuel había sido perseguido y
asesinado a sangre fría. Que había sido abatido a tiros por un
guardia civil en Portugalete cuando repartía propaganda de solidaridad
con los obreros navarros.
El guardia civil jamás fue llevado ante un juez, ni hizo más declaración que la que se incluye en las diligencias del día del asesinato. Nadie le pidió responsabilidades sobre por qué había descargado su pistola contra Víctor. Narciso San Juan del Rey fue protegido por las autoridades civiles y militares, lo evacuaron de Portugalete y organizaron una sucia campaña de desprestigio contra Víctor.
El guardia civil jamás fue llevado ante un juez, ni hizo más declaración que la que se incluye en las diligencias del día del asesinato. Nadie le pidió responsabilidades sobre por qué había descargado su pistola contra Víctor. Narciso San Juan del Rey fue protegido por las autoridades civiles y militares, lo evacuaron de Portugalete y organizaron una sucia campaña de desprestigio contra Víctor.
A los que conocimos a Víctor, a
su familia, a sus amigos y a sus camaradas de militancia nos asiste
el deber y el derecho de desvelar y divulgar la verdad; la misma
verdad que manifiestan los nueve testigos que presenciaron como Víctor
fue asesinado cobardemente y por la espalda. La verdad es que fue
perseguido a tiros, por las calles de Portugalete, hasta que cayó
abatido sin vida. Víctor Manuel Pérez Elexpe, como todas y cada una de
las víctimas del franquismo, merece que se haga justicia, merece
que se diga la verdad de lo que realmente ocurrió, merece que le pidan
perdón por haberle arrebatado la vida a los 23 años. Víctor merece:
Verdad, Reparación y Justicia.
Esta es la Peligrosa “arma” que Víctor distribuía en el momento de su asesinato.
Una octavilla de solidaridad con los obreros navarros.
Una octavilla de solidaridad con los obreros navarros.
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