Las obras en el viejo cementerio de La Algaba. |
OLIVIA CARBALLAR / SEVILLA / 12 DIC 2013
El Ayuntamiento de La Algaba (Sevilla) ha
comenzado a derribar el viejo cementerio, cuyo último enterramiento se
produjo hace más de 15 años, para convertirlo en un parque urbano, el
pulmón verde de la localidad. Hasta aquí todo normal. El problema es
que, según denuncian colectivos memorialistas, debajo de ese
cementerio hay una supuesta fosa común donde enterraron a 144 presos que
murieron de hambre en el campo de trabajo esclavo Las Arenas, entre
1941 y 1942, según las investigaciones realizadas por María
Victoria Fernández Luceño y José María García Márquez. Estos presos
procedían de las ocho provincias andaluzas y de Badajoz, Albacete,
Alicante, Barcelona, Ciudad Real, Las Palmas, Palencia, Pontevedra,
Toledo, Zaragoza y Portugal.
“Confiamos aún en que se produzca una
intervención previa de localización y posterior protección de esos
restos que debería terminar con la exhumación antes de que se construya
ese parque”, ha denunciado el coordinador del Grupo de Trabajo de
Memoria Histórica de CGT-A, Cecilio Gordillo, que afirma que ya se lo
pidieron al alcalde, el socialista Diego Agüera, en una reunión.
El Ayuntamiento, sin embargo, considera que esas personas no fueron fusiladas, y, por tanto, no iniciarán su búsqueda,
según confirmó ayer el consistorio a Andalucesdiario.es a través de su
gabinete de prensa: “Eran mendigos, indigentes”, explicaron.
“Esa gente fue algo peor que fusilada,
murió de hambre. Fue escandalosa la mortalidad que se dio en el Campo de
Las Arenas, mucho más que en la Prisión Provincial en proporción a los
reclusos que había. Todos ellos en el ‘año del hambre’ (1941-1942) y
eran indigentes, sí, pero presos, sin posibilidad de salir del campo.
Fue un crimen monstruoso el que se cometió con estas personas“, explica el historiador José María García Márquez, autor de Las víctimas de la represión militar en la provincia de Sevilla, 1936-1963 (Aconcagua Libros, 2012).
“Con estas actuaciones en los cementerios, como ocurrió en Órgiva (Granada),
se está mirando también para otro lado, enterrando la historia”,
concluye Gordillo. El viejo edificio donde fue instalado el campo,
creado por el Ayuntamiento de Sevilla, aún permanece en ruinas en un
polígono del pueblo, pero no hay nada, ninguna señal que indique el
horror que allí se vivió.
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