Maria Caridad Delgado lleva un cofre con los restos de la única mujer fusilada, Milagros, en el cementerio de Aranda de Duero. / ELOY ALONSO (REUTERS) |
En sucesivas madrugadas, entre julio y octubre de 1936, distintos
hombres con el mismo uniforme, falangistas, fueron a buscarles a sus
casas. Sus familias presenciaron el secuestro sabiendo que no les
volverían a ver. Que los harían desaparecer. Pero un equipo de
arqueólogos y antropólogos dirigido por el forense Francisco Etxeberria
los encontró 70 años más tarde, casi una vida después, en cuatro fosas
en un radio de 25 kilómetros en Aranda de Duero (Burgos). La primera se
abrió en 2003 y la última en 2012. Los técnicos recuperaron los restos
de 129 fusilados de la Guerra Civil, y ayer, acompañaron a los
familiares al cementerio de Aranda para enterrarlos juntos, por primera
vez con su nombre y apellidos.
Los familiares hicieron una cadena humana para pasarse los 129 cofres con los restos de los fusilados, cubiertos con una bandera republicana. Solo una docena de ellos han podido ser identificados con ADN porque el dinero para hacerlo se agotó hace tiempo. “El Gobierno ya no da un solo euro para buscar a los desaparecidos del franquismo”, denunció José Ignacio Casado, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Hijos, hermanos y nietos de los fusilados cogieron cada uno de los pequeños ataúdes sin saber si ese era el de su familiar mientras sonaba el himno de Riego.
“Lo más importante es que Inocencio ya no está tirado en una cuneta y tiene su nombre y apellidos en una lápida”, comentaba Luis Gonzalo Martínez, que acudió al acto para enterrar al primo de su padre, fusilado en 1936. “Tenía solo 16 años. ¡Era un crío! Lo mataron para vengarse de su padre, que estaba inválido y era muy amigo de toda la gente del PSOE y los sindicatos de la zona”.
Las víctimas, 128 hombres y una mujer, tenían entre 16 y 70 años. Trabajaban en el campo, en la vendimia, en el ferrocarril, en pequeños comercios... Lo que les unía fue lo que les mató, su condición de republicanos, y así lo recordaba la leyenda que acompaña la placa donde ayer fueron enterrados: “Muertos por el fascismo en su lucha por la defensa de la democracia y la libertad”. Desde ayer yacen con otros 300 cuerpos recuperados de otras fosas en la zona. Muchos de sus familiares acudieron también al acto para acompañar a los hijos y nietos de los nuevos nombres de la lápida.
En el solemne acto no hubo autoridades, salvo un diputado del PP, Máximo López. “Invitamos al presidente del Gobierno y al ministro de Justicia, pero no han querido venir. Se ve que a Gallardón le gustan más los mártires de la cruzada que estos 129, que eran mártires de la libertad y la democracia”, denunció José María Rojas, de la ARMH. Durante la ceremonia se leyó una carta del líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, excusando su ausencia y agradeciendo a la asociación el trabajo que hacen.
El cementerio de Aranda estaba lleno de flores por el día de difuntos. El fundador de la ARMH, Emilio Silva, recordó que 37 años después de la muerte de Franco, las familias de 113.000 desaparecidos aún no tienen un lugar donde llevar flores a sus muertos, abandonados en centenares de fosas sin abrir porque el Gobierno ha eliminado todas las partidas para hacerlo.
Los familiares hicieron una cadena humana para pasarse los 129 cofres con los restos de los fusilados, cubiertos con una bandera republicana. Solo una docena de ellos han podido ser identificados con ADN porque el dinero para hacerlo se agotó hace tiempo. “El Gobierno ya no da un solo euro para buscar a los desaparecidos del franquismo”, denunció José Ignacio Casado, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Hijos, hermanos y nietos de los fusilados cogieron cada uno de los pequeños ataúdes sin saber si ese era el de su familiar mientras sonaba el himno de Riego.
“Lo más importante es que Inocencio ya no está tirado en una cuneta y tiene su nombre y apellidos en una lápida”, comentaba Luis Gonzalo Martínez, que acudió al acto para enterrar al primo de su padre, fusilado en 1936. “Tenía solo 16 años. ¡Era un crío! Lo mataron para vengarse de su padre, que estaba inválido y era muy amigo de toda la gente del PSOE y los sindicatos de la zona”.
Las víctimas, 128 hombres y una mujer, tenían entre 16 y 70 años. Trabajaban en el campo, en la vendimia, en el ferrocarril, en pequeños comercios... Lo que les unía fue lo que les mató, su condición de republicanos, y así lo recordaba la leyenda que acompaña la placa donde ayer fueron enterrados: “Muertos por el fascismo en su lucha por la defensa de la democracia y la libertad”. Desde ayer yacen con otros 300 cuerpos recuperados de otras fosas en la zona. Muchos de sus familiares acudieron también al acto para acompañar a los hijos y nietos de los nuevos nombres de la lápida.
En el solemne acto no hubo autoridades, salvo un diputado del PP, Máximo López. “Invitamos al presidente del Gobierno y al ministro de Justicia, pero no han querido venir. Se ve que a Gallardón le gustan más los mártires de la cruzada que estos 129, que eran mártires de la libertad y la democracia”, denunció José María Rojas, de la ARMH. Durante la ceremonia se leyó una carta del líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, excusando su ausencia y agradeciendo a la asociación el trabajo que hacen.
El cementerio de Aranda estaba lleno de flores por el día de difuntos. El fundador de la ARMH, Emilio Silva, recordó que 37 años después de la muerte de Franco, las familias de 113.000 desaparecidos aún no tienen un lugar donde llevar flores a sus muertos, abandonados en centenares de fosas sin abrir porque el Gobierno ha eliminado todas las partidas para hacerlo.
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