Los crímenes franquistas en Gran Canaria y la impunidad de los asesinos, ahora reconvertidos en “demócratas de toda la vida”
Familiares Fusilados San Lorenzo, 28-10-2011
Francisco González Tejera | Familiares Fusilados San Lorenzo | 28-10-2011
“Nosotros morimos perseguidos, en la oscuridad. El verdadero cementerio es la memoria.”
Rodofo Walsh (Carta a su hija Viki)
. El relato de unos hechos ocultos por la oligarquía y la administración.
El encargado de la finca tomatera al que llamaban “El Verdugo” no
paraba de dar latigazos con la pinga de buey a aquellos 9 hombres que
atados lloraban y gemían con la espalda destrozada, una piel cubierta
de sangre acuosa que les corría por los muslos y formaba charcos rojos
embarrados en la tierra colorada. Ezequiel B. regresó de tomarse el
coñac con el falangista N. Acosta y el guardia chusquero P. Santo.
Pensativo se paró ante la entrada del túnel de la finca de “Las
Maquinas” en aquel viejo municipio canario. “El Verdugo” lo miró atento,
fijó su mirada en aquellos ojos sin expresión del cacique: ¿Mi amo les
sigo pegando? Y Ezequiel B. sin quitar la vista del charco de sangre
asintió: “despelleja a estos cabrones que les espera el pozo, rojos de
mierda, carajo”.
P. Santo había usado su arma esa noche con varios de los detenidos
que llevaba en el “camión de la carne”, venía contento fumando un
virginio y comentando con N. Acosta y el guardia J. Pernía lo preciso de
sus disparos después de aplicarles la Ley de Fugas a aquellos
infelices: “cayeron como conejos sobre los bardos de tuneras indias”.
Ezequiel B. se reía a carcajadas casi borracho y “El Verdugo” tenoyero
no dejaba de usar el látigo cada vez con más fuerza sobre unos hombres
que casi agonizaban.
Bajando la piconera se veían luces de un coche, eran B. Bravo y R.
Peniche que venían a sumarse a la fiesta de la sangre, habían dejado el
prostíbulo casi a media noche después de aquella celebración requeté
junto al Hotel Madrid. Los gritos de las víctimas de “El Verdugo” se
escuchaban desde lejos. Eran gritos sordos, como las voces de los que se
han abandonado al dolor sin esperanza. Los dos venían eufóricos con sus
ropas azules y bromearon con Ezequiel B. sobre los 65 que habían tirado
con Eufemiano a la Sima el sábado pasado. Ya era hora de acabar con los
9 hombres, “El Verdugo” no podía más y cada latigazo le producía
arcadas de asco al salpicar tanta sangre y trozos de carne.
Los llevaron con las manos atadas a la espalda casi inconscientes,
solo el joven J. Santana balbuceó algo sobre lo que iban a hacer con
ellos, adonde los llevaban, pero Pernía le contestó con un culatazo en
la cabeza. Llegaron al pozo cerquita del túnel que sale al mar a pocos
km de la Factoría y arrojaron al primero entre gritos y ruegos. Los
demás en silencio cayeron rápido, casi mecánicamente los fueron
empujando y solo se oían golpes secos contra los muros volcánicos de
aquella excavación antigua de agua salobre. Terminaron el trabajo del
día satisfechos y Ezequiel bajó el coñac del alpendre de Juanito B., se
pasaron la botella sentados junto a los sacos de guano. Un olor a
estiércol inundaba el ambiente y más abajo junto a los acantilados el
ruido del mar se percibía rompiendo entre las rocas. El sol comenzaba a
salir por el horizonte, mientras iban llegando como fantasmas entre
sombras las primeras mujeres aparceras dispuestas al inicio de la zafra.
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http://www.kaosenlared.net/noticia/188455/la-fiesta-de-la-sangre
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