Hoy es 25 de Marzo.
25 de marzo 1936, un día histórico para Extremadura, silenciado en el
olvido. El episodio más singular de la reforma agraria republicana:
varios miles de yunteros hicieron realidad los decretos de 3 de marzo
ocupando cerca de 1.500 fincas; a fines de ese mes ascendían a unos
41.500 yunteros y la superficie afectada era algo más de 100.000 has. El
Instituto de la Reforma Agraria legalizó las ocupaciones y corrigió los
defectos técnicos de la ocupación. El fotógrafo americano David
Seymour, dio cuenta de este episodio de movilización campesina. A pesar
de todo, como escribió Francisco Espinosa, en "La primavera del frente
popular", también los fracasos del pasado forman parte de nuestro
presente.
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Un terremoto de proporciones desconocidas por estas latitudes sacudió
Extremadura el día 25 de marzo de 1936. Durante la madrugada de ese día,
bajo un aguacero, y al grito de '¡viva la República!', decenas de miles
de campesinos sin tierra (próximos a los 80.000 según las fuentes más
fidedignas) invadieron, de forma pacífica y sin que se produjera
incidente alguno con propietarios o fuerzas del orden, en un tono
festivo, más de tres mil fincas que sumaban casi 250.000 hectáreas en
prácticamente todos los términos municipales de la región, en lo que,
sin lugar a dudas, constituye la mayor movilización popular de nuestra
historia.
Este hito sin precedentes fue organizado y alentado por los dirigentes
de los consejos provinciales del Secretariado de la Federación Española
de Trabajadores de la Tierra (FETT), adscrita a la UGT, entre los que
destacaron, entre otros, Nicolás de Pablo, José Sosa o Antonio Pulgarín,
y fue puesto en práctica por los centros obreros de cada localidad en
unos momentos de gran efervescencia política y social, un mes después de
que el Frente Popular obtuviera el triunfo en las elecciones y se
abrieran nuevas perspectivas y expectativas entre las capas populares y
las clases sociales más desfavorecidas, que no estaban dispuestas a
permitir, de nuevo, que sus anhelos y sueños se vieran truncados por la
lentitud en la puesta en práctica de las reformas.
Así pues, las masivas ocupaciones de fincas significaron que el
movimiento campesino extremeño, cansado de esperar más agilidad en la
aplicación de la Ley de Reforma Agraria, se vio obligado a consolidar
por la vía de los hechos consumados lo que por otras fórmulas legalistas
no se podía conseguir: mitigar la dureza imperante en las relaciones
sociales de nuestro campo y hacer frente de forma taxativa a los
continuos incumplimientos de la legislación laboral por una gran parte
de los terratenientes que, empeñados en boicotear las medidas
reformistas que el régimen republicano iba aprobando, no dudaron en
sabotearlo desde sus inicios con actitudes desafiantes y frases tan
lapidarias como la conocida '¡comed República!', que empleaban para
dirigirse a los campesinos desesperados que les demandaban trabajo en
las plazas de nuestros pueblos.
Las pacíficas ocupaciones de fincas de marzo del 36 tuvieron su
contrapunto, meses más tarde, cuando el paso de la denominada columna de
la muerte sembró de terror y desolación nuestra tierra. Como ha sido
puesto de manifiesto recientemente (Francisco Espinosa, 'La primavera del Frente Popular')
existió una relación causa-efecto entre la participación activa en
estas ocupaciones primaverales y la posterior represión del verano.
Miles de esos campesinos desheredados que tuvieron la osadía de
cuestionar el sistema de propiedad y las relaciones sociales vigentes y
que se rebelaron contra las injusticias seculares, hubieron de pagar un
alto precio por ello. Muchos lo hicieron con su vida, otros con el
exilio. En consecuencia, no podemos olvidar que la Guerra Civil había
estallado para que la clase poseedora de España, propietaria de la
tierra, de las fábricas y de los bancos, pudiese conservar sus
posesiones», como dijo H. R. Southworth en 'La destrucción de Guernica'.
Ni antes de esa fecha, ni después de ella, en Extremadura se ha asistido
a algo similar. Por ello, por nuestros antepasados que lo hicieron
posible y por el legado que transmitiremos a nuestros descendientes, por
la memoria de todos, no podemos dejar ese hito histórico en el olvido.
Isidoro
Bohoyo Velázquez, Lcdo. en Historia. Socio y miembro de la ARMHEX
(Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de
Extremadura).
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