jueves, 9 de octubre de 2014

80 aniversario de la Revolución de octubre de 1934

La llegada de la derecha al poder significó algunos retrocesos para la clase obrera


ochobre34

 Fraternidad Universal, 8 de octubre de 2014
La huelga general que se desarrolló en España en el mes de octubre de 1934 marcó un antes y un después en la historia de la República. Ya nada volvió a ser igual desde su fracaso. Y su represión marcó la antesala de lo que unos meses después iba a suceder con el golpe de Estado de julio de 1936.
Unos antecedentes
La vida de la Segunda República española no fue sencilla. Desde su proclamación en abril de 1931 se vio inmersa en un doble problema. Por una parte la derecha política, a excepción de algunos grupos minoritarios, nunca vieron en la República un régimen acorde con su pensamiento. Por eso monárquicos y grupos derechistas se lanzaron desde el primer día a una oposición frontal a la misma, llagando incluso a promover un golpe de Estado en agosto de 1932 encabezado por el general Sanjurjo.
Por otra parte España tenía numerosos problemas estructurales heredados de décadas de atraso: educación, seguros sociales, sanidad, reforma agraria, etc. El gobierno del primer bienio (1931-1933) acometió esos problemas de forma desigual. Mientras en educación hubo importantes avances, a nivel laboral y agrario, sobre todo éste último, el avance fue más relativo. Esto llevó a que el movimietno obrero, que había participado de forma firme en la llegada de la República, exigiese resultados. La lentitud hace que socialistas y anarquistas promoviesen movimientos de protesta contra la escasez y las malas condiciones laborales. Arnedo, Castilblanco, Figols, Casas Viejas, etc., fueron ejemplo de ello, llegando incluso a promover una transformación social que superase la República. Fue la razón de ser del movimiento revolucionario fracasado de enero de 1933 y que llevó a la represión en el pueblo gaditano de Casas Viejas. El movimiento obrero era consciente que la llegada de la República se había producido por el decidido apoyo que la clase obrera le había dado
La crisis en el gobierno republicano-socialista, hizo que los socialistas salieran del mismo. Y en las elecciones de diciembre de 1933 se produjo el triunfo de las candidaturas conservadores de Alejandro Lerroux (Partido Radical) y de Gil Robles (CEDA)
Un contexto europeo hostil
Si bien desde 1931 en España se profundizó en la democracia, con la llegada de la derecha al poder se temía una vuelta atrás en algunos derechos conquistados.
Los ejemplos que se sucedían en Europa no eran positivos. Desde 1922 en Italia dominaba el fascismo que estaba llevando a cabo una dura represión contra sus opositores. En la década de 1930 no solo había afianzado su poder dictatorial sino que comenzaba una agresiva política exterior. Igual cuestión que sucedía en Alemania. En 1933 Hitler alcanzó la Cancillería, eliminó físicamente a sus oponentes y estableció un regimen totalitario y racista. Junto a ello una idea expansionista de “espacio vital”. Muchos otros países (Austria, Rumania y otros países del balcánicos y del Este) se giraron hacía posiciones autoritarias y fascistas.
Los dirigentes derechistas españoles no ocultaron su admiración por estos movimientos. Y no solo personajes como Primo de Rivera o Ledesma Ramos. El propio Gil Robles se vio fascinado por estos regímenes. El líder de la CEDA era conocido como el “Jefe”, en clara referencia a “Duce” o “Führer”. También el líder del monárquico Renovación Española, José Calvo Sotelo, fue acercándose paulatinamente a las posturas más extremistas.
La victoria de la derecha y su fascinación por el autoritarismo hizo poner en alerta al movimiento obrero.
Y llegó 1934
La llegada de la derecha al poder significó algunos retrocesos para la clase obrera. Los organismos de mediación laboral (Jurados Mixtos) comenzaron a funcionar mal. Cuestión que advirtieron los anarcosindicalistas en el primer bienio. Se comenceron a suceder distintas huelgas en algunos sectores (construcción, hostelería, etc.) al no cumplirse la legislación laboral.
Por su parte se fue produciendo una fascistización paulatina de algunos sectores de la derecha. La JAP (Juventudes de Acción Popular) comenzaron a organizar partidas con la intención de agredir a integrantes de la izquierda. Línea que también siguieron los nacientes falangistas y jonsista de José Antonio Primo de Rivera y Ramiro Ledesma Ramos. Esto llevó a la organización de grupos como las MAOC con la intención de defenderse ante los ataques derechistas. A pesar de ello los enfretamientos se produjeron. Numerosas reyertas y heridos, con el asesinato del estudiante falangista Matias Montero en febrero de 1934. Montero había protagonizado alguno de esos episodios de violencia y asalto a sedes.
Un acto de los japistas en El Escorial en abril de 1934 hizo movilizarse a las organizaciones obreras con el propósito de intentar prohibirlo. Pero hubo falta de coordinación entre las organizaciones de izquierdas, que ya están haciendo un llamamiento a una posibile unidad de acción.
Los enfrentamientos entre falangistas y socialistas fueron en aumento, con asaltos de integrantes del SEU a sedes de la FUE. Hasta que el 29 de agosto fue asesinado el socialista Joaquín de Grado que llevó a una condena unánime de toda la izquierda. Las huelgas que se suceden en Madrid durante el mes de septiembre tiene en las juventudes derechistas los mejores aliados de la patronal en esquirolaje y rompehuelgas.
La CEDA en el gobierno
Aunque la CEDA había sido el partido más votado en las elecciones de diciembre de 1933 el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, no le encomendó la tarea de formar gobierno a Gil Robles. Se la dio a Lerroux. Sin embargo la crisis de gobierno que se desató el 4 de octubre de 1934, hizo que entrasen tres ministros de la CEDA al gobierno: Rafael Aizpún Santafé, José Oriol Anguera de Sojo y Manuel Giménez Fernández.
El clima que se vivía en Europa y la declaraciones y actos de algunos integrantes de la derecha hizo que el movimiento obrero tomara la determinación de ir a la huelga general.
En Madrid la huelga es convocada por el movimiento socialista. La CNT apoya la convocatoria pero no el contenido político que los socialistas le quieren dar. Por ello la CNT, la FAI y las Juventudes Libertarias constituyen un Comité Revolucionario. El PCE también se adhiere, aunque parte del movimiento comunista critica que los socialistas han convocado sin tener en cuenta la Alianza Obrera. Aunque como bien a demostrado Sandra Souto la Alianza Obrera no había fraguado en Madrid como se esperaba.
En palabras de la misma Sandra Souto esta huelga en Madrid fue la “huelga general más general de la historia de Madrid”. Todo parecía indicado para que el movimiento triunfase. Sin embargo las autoridades actuaron con rapidez. Destituyeron al Ayuntamiento del republicano Pedro Rico, clausuraron los centros obreros y detuvieron a los dirigentes políticos y sindicales. Incluso el Ateneo de Madrid fue clausurado. Grupos de jóvenes de extrema derecha actuaron de rompehuelgas. Y lo mismo que sucedió en Madrid sucedió en otros puntos de la provincia de Madrid y de España.
La falta de una coordinación general y un entendimiento entre las fuerzas obreras condujo al fracaso de la movilización. Sin embargo dos puntos tuvieron especial trascendencia: Cataluña y Asturias
El Octubre catalán
Desde la proclamación de la República los grupos más conservadores se opusieron a la idea de concretar un modelo autonómico o federal en España. La aprobación del Estatuto de Cataluña en 1932 no fue bien digerido por los sectores de la derecha política.
Cuando se produjo la victoria electoral de la derecha en 1933, la Generalitat temió que se produjera retrocesos en las medidas alcanzadas. Sin embargo el gabinete de Lerroux, a pesar de no ser muy amigos de la idea autonomista, no hicieron ninguna actuación contra el gobierno de Companys.
La llegada de la CEDA al gobierno cambio la situación pues era público que José María Gil Robles era un fuerte opositor al gobierno de la Generalitat. Con el inicio de la huelga general en el resto de Estado, Companys procedió a la proclamación del Estado catalán dentro de la República Federal Española entre el día 6 y 7 de octubre. El gobierno reaccionó suspendiendo al gobierno de la Generalitat, el Estatuto y en el encarcelamiento de Companys y del gobierno autonomista. Igualmente fue detenido el ex presidente del gobierno Manuel Azaña, que casualmente se encontraba en Barcelona en el entierro del ex ministro Jaume Carner.
El fracaso del movimiento en Cataluña se produjo porque no contó con el apoyo del movimiento obrero. La CNT, muy poderosa en Cataluña, no fue participe de la iniciativa del Companys. Desde la formación de la Generalitat los anarcosindicalistas entendían que la actitud de la misma hacía ellos fue hostil. Y no se sintió indentificada con un movimiento que tenía más de componente nacional que de clase. Por eso los libertarios se mantuvieron al margen.
Y en Asturias estalla la revolución
Fue en Asturias donde la alianza obrera alcanzó más extensión y donde la huelga general caminó por la vía revolucionaria. Mientras en el resto de España las fuerzas obreras no tuvieron una actitud de convergencia, en Asturias anarquistas, socialistas y comunistas tendieron a la unión. La CNT y la UGT se unieron. Los comunistas lo hicieron posteriormente, ya el 5 de octubre, sumándose también representantes del BOC, la IC y las dintintas juventudes. Fue la composición más unida de la Alianza Obrera. Sus funciones fueron básicas fueron:
1. Órgano de unidad de acción
2. Centro de propaganda unitaria y de unión entre las organizaciones obreras
3. Órgano de preparación e instrucción militar
4. Órgano de poder político y económico.
Todo dinamizado con el grito UHP (¡Uníos, Hermanos Proletarios!)
En la madrugada del 4 al 5 de octubre la Alianza Obrera convocó la huelga general y se preparó para la defensa ante las fuerzas del gobierno. Comienzan a proliferar comités revolucionarios por toda la región y junto a la defensa frente a guardias civiles y de asalto, comienza la organización política y económica. El avance de los revolucionarios llevó a situaciones como la posibilidad de la proclamación de la República socialista en Oviedo o el comunismo libertario en La Felguera y parte de Gijón. Lógico teniendo en cuenta que Oviedo fue siempre un bastión de los socialistas al igual que Gijón lo fue de los anarquistas. La actuación del SOMA-UGT y de la CNT fue destacada durante toda la revolución. Además la CNT asturianas, con personajes destacados como Eleuterio Quintilla o Ramón Álvarez fueron partidarios decididos de la unión obrera.
La reoganización de la vida en esos pocos días nos la trasmite el que fue director de Solidaridad Obrera Manuel Villar “Ignotus” en su libro El anarquismo en la insurección de Asturias:
“En la barriada de El Llano se procedió a regularizar la vida de acuerdo con los postulados de la CNT: socialización de la riqueza, abolición de la autoridad y el capitalismo. Fue una breve experiencia llena de interés, ya que los revolucionarios no dominaron la ciudad. [...] Se siguió un procedimiento parecido al de Langreo. Para la organización del consumo se creó un Comité de Abastos, con delegados por calles, establecidos en las tiendas de comestibles, que controlaban el número de vecinos de cada calle y procedían a la distribución de los alimentos. Este control por calle permitía establecer con facilidad la cantidad de pan y de otros productos que se necesitaban. El Comité de Abastos llevaba el control general de las existencias disponibles, particularmente de la harina.” (Pág. 150)
Ante la dimensión del movimiento asturiano, las fuerzas gubernamentales utilizan aviación, marina y movilizan a los regulares de Marruecos. Algo que no había sucedido nunca. Porque el Ejército había intervenido en ocasiones para reprimir movimientos sindicales. Pero nunca se había producido desplazamiento de tropas de regulares, conocidas por su ferocidad, a los lugares de conflicto social. Cuestión que se repetirá en unos meses cuando se produjo el golpe de Estado contra la República en julio de 1936.
En los días que duraron los enfrentamientos las víctimas se contaron por centenares, sobre todo entre los revolucionarios. La superioridad militar de las fuerzas gubernamentales era evidente. Incluso importantes militantes como el socialista Bonifacio Martín o el libertario José María Martínez fueron asesinados en el trascurso de los combates. Otros asesinatos fueron elevados a la categoría mitos como el de la joven Aída de la Fuente.
Tras duros días de enfrentamiento todas las plazas de los revolucionarios fueron tomadas por la fuerza gubernamental. A la cabeza de las mismas estuvieron el general López Ochoa y Francisco Franco. La brutalidad de las fuerzas regulares contra los revolucionarios fueron denunciadas públicamente (vejaciones, violaciones, etc.). Esto provocó también una reacción por parte de los revolucionarios y se dieron algunos casos de violencia contra la Iglesia católica (se contabiliza unos 35 religiosos asesinados). Fueron los únicos casos de violencia anticlerical con muerte que se dieron durante el periodo republicano. Y solo se dieron cuando llegaron las noticias de las vejaciones que las fuerzas regulares estaban llevando a cabo contra la población asturiana. Algo similar a lo que había sucedido durante la Comuna de París de 1871.
Llegado el día 17 de octubre las fuerzas revolucionarias estaban completamente derrotadas. López Ochoa mandó el 18 de octubre unas condiciones de rendición a las fuerzas revolucionarias. Entrega de armas, rendición de diversos comités, respeto a la vida de los prisioneros en manos de los revolucionarios, etc. Por su parte el socialista Berlamino Tomás pidió que las fuerzas regulares y del tercio se retirasen de Asturias y no entrasen la zonas de la cuenca minera, para evitar casos de brutalidades como es que se había dado en Oviedo. López Ochoa accedió.
Se contabiliza unos 2000 muertos, de los cuales unos 1700 eran revolucionarios. Aunque otras fuentes hablan de hasta 4000 muertos entre las fuerzas revolucionarias. Unas 30000 personas fueron sometidas a juicios y muchas de ellas encarceladas. Una represión que extendió también sobre las cuencas mineras de Palencia y León. La liberación de los presos sería una de las promesas electorales del Frente Popular. Entre las condenas estuvo la pena de muerte contra el socialista Ramón González Peña.
Para la derecha política, que poco confiaban en la República, los sucesos de Asturias marcaron que solo en el Ejército podía salvar la situación. Aunque la idea de golpe contra la república estaba en la mente de muchos desde la propia proclamación, la revolución en Asturias en 1934 y la victoria del Frente Popular en febrero de 1936 aceleró la situación.
Para la izquierda la idea de uniíon circulo desde entonces por su mente. Si bien había algunos sectores de la izquierda que veían que era el momento de superar la propia estructura republicana. En esta linea se encontraria la izquierda socialista de Largo Caballero y el movimeinto libertario, si bien en julio de 1936, manteniendo sus postulados, se lanzaron a la calle contra el golpe a la República y la afianzaron con su participación durante la Guerra Civil.
Sobre si lo de Asturias fue un golpe de Estado o no, hay mucha literatura al respecto. Octubre de 1934 fue una huelga general que fracasó. Huelga general convocada por el movimiento obrero al considerar un peligro la entrada de la CEDA en el gobierno. Una huelga general que no se puede disociar del contexto europeo. En Asturias la huelga general caminó por senderos revolucionarios. Para ver la trascendencia internacional uno de los lemas de Asturias fue “Más vale Viena que Berlín”, intentado plasmar que había que combatir como lo habían hecho los trabajadores austriacos contra Dollfuss que perecer en silencio como había sucedido con los trabajadores alemanes por Hitler. Los mineros y trabajadores asturianos creían en una república. Pero no querían un viraje autoritario como se estaba produciendo en Europa. Ahí se entiende la revolución asturiana. Nada que ver con el golpe de Estado que en julio de 1936 un grupo de militares dio de forma premeditada contra la República. Este tipo de comparaciones no tienen fuste historiográfico, tan solo un trasfondo político de intento de reparto de responsabilidades imposibles.

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