sábado, 19 de noviembre de 2016

EL ASESINATO DE LORCA 80 AÑOS DESPUÉS


Lugar de la ejecución de García Lorca.

Las contradicciones entre las declaraciones de los miembros de la familia Rosales, las declaraciones chulescas después de su asesinato por parte de quienes habían participado de él, las imprecisiones en cuanto al lugar donde afirmaban haberlo sepultado, ciertos documentos gráficos entre los que se encontraba la fotografía del lugar de la ejecución, llevada a cabo pocos días después de que éste se produjera... fueron parte de las aportaciones hechas por Víctor Fernández, en la conferencia que impartió el miércoles, 16 de noviembre, en el Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy, una de las actividades programadas durante el período de tiempo coincidente con la exposición "LOS NIÑOS DE LA GUERRA, CUENTAN SU VIDA, CUENTAN TU HISTORIA" que la Asociación Memoria Histórica de Cartagena ha organizado en colaboración con la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Cartagena y la Asamblea Regional de la Región de Murcia.
Víctor Fernández, conferenciante, junto a David Martínez, concejal de Cultura

En su disquisición, Víctor Fernández, escritor y periodista que se define a sí mismo como lorquiano, habló sobre la participación en el asesinato de Ramón Ruiz Alonso, diputado de la CEDA y del matón Juan Luis Trescastro, así como de la presencia del falangista Federico Martín Lagos en el domicilio de los Rosales el día de la detención, y de como todos ellos actuaron a instancias el gobernador civil José Valdés.

Lorca fue una más entre las víctimas de la represión llevada a cabo por las autoridades granadinas, las mismas que habían ordenado su detención el 16 de agosto, y por mucho que el régimen de Franco tratara de achacar el crimen a una serie de rencillas familiares, los documentos del 65 que recientemente salieron a la luz no dejan lugar a dudas sobre que realmente la naturaleza del crimen fue de carácter político. 

Pero lo que más hay que destacar no es el hecho de las mentiras franquistas en sus declaraciones públicas o las imprecisiones vertidas por éstas en los documentos. Poco hay que hablar acerca de la falsedad de atribuirle su pertenencia a la masonería o su militancia en las filas socialistas. Lo que hay que destacar es el clima de impunidad en que se desenvolvían los ejecutores y sus cómplices, la arrogancia que impregnaba el alarde de las declaraciones de sus acciones, esa misma arrogancia, esa misma impunidad con la que actuaron durante cuarenta años jerifaltes y lacayos del régimen, de un régimen del que, por más que los nostálgicos se empecinen en condenar en medio de esta mutilada democracia que persiste en la negación de lo evidente, fue un régimen dictatorial, criminal y corrupto, un régimen que continuará avergonzando nuestra historia en tanto no seamos capaces de condenar definitivamente y sean reparados los crímenes padecidos por sus víctimas.


Federico, lo hemos dicho muchas veces, sigue vivo en todas las bibliotecas del mundo, pero al igual que  las restantes víctimas del franquismo, no podrá descansar en paz hasta que se lleve a cabo la reivindicación sobre ellas de VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN







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