sábado, 5 de noviembre de 2016

NO PODEMOS IMAGINAR ESE DESAMPARO


Tratemos de imaginar un pueblo cerca del frente de batalla, un pueblo en el que varios niños y niñas han quedado desamparados porque su padre está en el frente, porque su madre, o ambos progenitores, han fallecido en un bombardeo, o se encuentran prisioneros, o han sido fusilados...
No, no es fácil imaginar lo que no has vivido...
Tratemos de imaginar el dolor, el miedo, el desamparo... y no seremos capaces de imaginarlo.
Y así ocurrió, así ocurrió en nuestra guerra civil, así ocurrió en la guerra mundial, así ocurrió y así ocurre en todas y cada una de las guerras del mundo de todos los tiempos.
Siempre los niños las mayores víctimas, siempre los niños...
No podemos, por mucho que lo intentemos, imaginar ese desamparo.
No podemos imaginar los sentimientos de esos niños a quienes para proteger del horror de la guerra hubo que alejar de su ciudad, de su casa de su familia, no podemos imaginar esa sensación de desarraigo.



Podemos acercarnos a ello si acudimos a la exposición LOS NIÑOS DE LA GUERRA CUENTAN SU VIDA CUENTAN TU HISTORIA, que organizada por la Asociación Memoria Histórica de Cartagena permanecerá en la planta primera del Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy hasta el 28 de noviembre, y que fue inaugurada ayer, día 4, con la intervención de la presidenta de la AMHC, Josefa Martínez, el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Cartagena, David Noguera y la Vicepresidenta de la Asamblea Regional de la Región de Murcia, María López.



La guerra española de 1936 - 1939 presentó un carácter de guerra total. Como en todos los conflictos bélicos, fueron los niños los primeros afectados. Miles de hogares se deshicieron, y los bombardeos, la escasez de alimentos y las enfermedades ocasionadas por las malas condiciones higiénicas hicieron mella en la infancia, más que en ningún otro sector de la población.





El Ministerio de Instrucción Pública creó la Delegación Central de Colonias para gestionar el traslado de los niños desde sus lugares de origen hasta instalarlos en colonias colectivas u hogares de acogida y su mantenimiento y educación. Al mismo tiempo se organizaron expediciones hacia varios países, organizadas, en unos casos, por los gobiernos que se ofrecieron a acogerles, pero sobre todo por asociaciones humanitarias o grupos religiosos (los cuáqueros)o por organismos políticos o sindicales con el apoyo mayoritario de amplios sectores de la opinión pública. Más de 32.000 niños fueron expatriados, de los cuales, unos 3.000 lo fueron a la Unión Soviética.


De estos últimos nos habla esta exposición, que recoge la historia del colectivo de niños cuyas vidas y familias se vieron truncadas por las crueles circunstancias posteriores.


La visita a esta exposición constituye la asistencia a un relato que se estructura en torno a dos ejes:
Por un lado, las fotos conservadas por el Centro Español de Moscú, o conservadas por los propios niños, recientemente recuperadas por AGE y por la Fundación Nostalgia, y depositadas, catalogadas y digitalizadas por el Arxíu Nacional de Catalunya.
Por otro, los testimonios escritos de los propios niños recogidos en numerosas memorias, unas publicadas, otras inéditas todavía, y el fondo documental conservado por los niños y por el Centro Español de Moscú que recoge además numerosos testimonios, correspondencia, informes de los maestros, etc. recuperados por la larga y fructífera labor de trabajo entre estas cuatro entidades: Centro Español de Moscú, Archivo Guerra y Exilio, Fundación Nostalgia y Arxiu Nacional de Catalunya 
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Estos acontecimientos son desconocidos para la mayoría del pueblo español. Se trata, con esta exposición, de paliar el enorme desconocimiento que de estos hechos se tiene, de incorporar a la memoria colectiva y a la historia real de la ciudadanía ese retazo de nuestra historia reciente.


La exposición pretende profundizar en la visión histórica, centrarse en el drama personal y los durísimos condicionantes en los que las guerras obligaron a involucrar a estos niños, antes que atender a los aspectos más tradicionalmente políticos o ideológicos.


La exposición nos habla de los avatares de estos niños desde su salida a España hasta el momento del retorno y de la imagen que los niños tuvieron de su vida en la URSS, imagen que no debe en ningún caso confundirse con su visión de Rusia: ellos siempre han dicho que del sistema soviético tendrán las ideas que tengan, generalmente críticas, pero que de Rusia y del pueblo ruso tienen la mejor imagen del mundo.


El tema de la ocupación nazi de la URSS y su participación en la resistencia junto a los pueblos ruso y ucraniano es otra clave de gran parte de sus vidas, junto a la de la guerra de España. Hijos de una guerra, se vieron protagonistas de otra, que marcó sus vidas de forma irreversible.


El retorno fue otra clave de sus vidas y no se refiere tanto a las cuestiones burocráticas y políticas como a la tragedia del doble exilio.
Las evacuaciones de niños al extranjero durante la guerra se habían concebido con un carácter temporal. Al cambiar la situación, regresarían a España. En este sentido, hubo países como Francia, Inglaterra o Bélgica que facilitaron el retorno. No fue el caso de México y de la URSS, países que no reconocieron al gobierno de Franco. Hubo presiones por parte de los refugiados españoles asentados en México para evitar este regreso y tampoco el gobierno mexicano se mostró muy predispuesto al mismo. Tampoco en el caso de los niños y niñas evacuados a la URSS los españoles allí residentes, muchos de los cuales eran dirigentes del Partido Comunista Español, facilitaron el retorno a lo que se unió la actitud contraria del gobierno ruso. Sólo tras la muerte de Stalin, en marzo de 1953, se iniciaron las negociaciones con el gobierno español para el regreso a España o para la repatriación definitiva.


La primera expedición vino en 1956. Entre los puntos de negociación entre ambos gobiernos estaba el que no fueran considerados por el régimen de Franco como exiliados políticos, puesto que no habían luchado en la guerra civil. Muchos de estos niños se integraron en la sociedad soviética como profesionales cualificados, pero hubo bastantes casos de inadaptación y de claro rechazo hacia la sociedad de acogida.


Exilio o retorno, lo cierto es que hubo una generación a la que la guerra marcó de forma indeleble. Es también evidente que los hijos de los perdedores fueron los más perjudicados porque debieron sufrir las consecuencias de la derrota sin comprender el porqué de una guerra ni haber participado para nada en ella. Los niños que no fueron repatriados tuvieron que asumir, no teniendo clara conciencia de ello, la condición de exiliados.


Todos estos aspectos podemos verlos en un recorrido por la exposición, que se completa con el visionado de varios vídeos, y que tuvo una gran acogida por parte del público asistente a la inauguración, emocionado y conmovido ante muchas de las imágenes ofrecidas, y cuya visita os recomendamos. 





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