lunes, 13 de abril de 2020

Cartagena, ciudad republicana.




Importante fue el papel de Cartagena durante el breve tiempo de duración del Régimen Republicano. Esta ciudad, que superando los 102.000 habitantes, era la segunda en población de la provincia, tenía, en 1931, una gran tradición republicana. Una tradición que no había quedado atrás, que continuaba aún viva en el alma de la ciudad, a pesar de la derrota de la insurrección cantonal en 1874, a pesar de la brusca represión del levantamiento republicano de 1886, con la ejecución del dirigente Manuel Bartual.  
Conforme aumentaba el deterioro de la monarquía, conforme aumentaba la corrupción de las instituciones, también lo iba haciendo el número de partidarios de la República.


La situación económica española, ya de por sí injusta, desastrosa, se encontraba notablemente marcada por la crisis económica internacional, El rechazo a la monarquía por parte de los sectores burgueses más cultos y de los cuerpos subalternos de la Marina y el Ejército, confluía con la organización de la clase obrera. Cartagena era un núcleo industrial con la relevancia de los sectores minero, industrial, metalúrgico, químico, naval, de tráfico portuario, de construcción y de pequeño comercio, que favorecía la organización sindical en una sociedad golpeada por los efectos de la corrupción y la influencia de la creciente crisis económica internacional, en paralelo al crecimiento de los fascismos.

En nuestra comarca los problemas cobraban una mayor relevancia por la carencia de recursos hídricos, la nula electrificación del medio rural, la deficiencia de las redes de comunicación y la situación de inhumana explotación en el sector minero. Más del diez por ciento de la población activa se encontraba en  situación de paro (en aquella época, el paro no tenía prestaciones). Y en medio de esta situación crítica, sobrevino el dramático desenlace para la sublevación republicana de Jaca del 12 de diciembre de 1930, que la llamada “dictablanda” de Berenguer resolvió con el fusilamiento de los capitanes Galán y García Hernández.


La Huelga General que se convocó en protesta por estos hechos y tuvo en Cartagena un gran seguimiento, halló su repuesta en la declaración del estado de guerra y la detención de participantes y responsables. Esta represión terminó de aislar a la Corona y preparar la incipiente derrota en las elecciones municipales del 12 de abril, de las que detenidamente hablamos en nuestra anterior de este blog.
Imaginémonos el ambiente de fiesta en la ciudad a lo largo de las jornadas del 14 y 15; Alfonso XIII viajando desde Madrid a Cartagena  en su cochazo: un Duesemberg descapotable Town Car, atravesando la puerta del Arsenal ante un grupo de periodistas y de curiosos; imaginemos la lancha que a las 5 de la mañana llevó al Borbón hasta el crucero Príncipe Alfonso que lo condujo hasta Marsella.



El gesto de Cartagena, la ausencia de incidentes en aquella hora decisiva, será valorado por Alcalá Zamora: “… ha dado una prueba de un gran civismo, sabiendo terminar la revolución triunfante sin un choque, sin una gota de sangre, facilitando la escapada de la Monarquía; ya que la salida de Madrid era relativamente fácil, no así la salida de España. Cartagena, con todo civismo, puso al enemigo que huía puente de plata”.

Después de ser proclamada la República, a las 6 de la tarde, desde el balcón del Ayuntamiento, a las ocho se izó la bandera republicana en el palacio de Capitanía General y demás edificios oficiales y en los buques de guerra.
La República nació débil, por la escasez de apoyos sociales. La sostenían una clase media poco numerosa y parte del proletariado, el de adscripción socialista sobre todo. La división entre las fuerzas republicanas, fragmentadas en siete organizaciones diferentes, fue su mayor enemiga.  

La división de la clase obrera se manifiesta en un PSOE que apoya con decisión a la República, mientras los anarquistas siguen en pie de guerra contra el Estado y el PCE también le muestra su rechazo. Y si esto ocurre entre los partidos republicanos y de izquierdas y el movimiento sindical, ¿qué decir de los antiguos monárquicos, encabezados por Alfonso Torres al frente del Partido Cartagenerista y las sucesivas formaciones derechistas, sin olvidar a la Falange?

Pues a pesar de la división entre partidos republicanos y monárquicos, a pesar de la lucha abierta declarada por la oligarquía, el Ejército y la Iglesia, la República emprende un nuevo camino de apertura que mejora notablemente la situación de las clases populares, que lucha por la justicia y se embarca en la extensión de la cultura.



Para combatir el paro fue de vital importancia la apuesta por las obras públicas, empezando con la terminación de las Casas Baratas –a cargo de Construcciones Inmobiliarias Sociedad Anónima [CISA]-: mil viviendas, de las cuales 468 serían para obreros. Se prevé la edificación de escuelas, la dotación de un nuevo mercado, la sustitución de la lonja y la apertura de una casa de socorro.
De mayor trascendencia son los trabajos de canalización de las aguas del río Taibilla, que vendrán a solventar uno de los grandes problemas del municipio. La viabilidad del proyecto se alumbra con la orden de 12 de noviembre de 1931 y el inicio de las obras es inmediato, manteniéndose con recursos hasta abril de 1937. La identidad es clara: “… la sed es monárquica y las aguas republicanas…”,. La gratitud inmensa: “¡Viva la República, sí, porque ella nos trae el agua del Taibilla, que será para Cartagena la higiene, la salud, la prosperidad!” (ambas citas del periódico “La Tierra”). También se forja el regadío del Campo de Cartagena: el trasvase Tajo – Segura, según el Plan Nacional de Obras Hidráulicas redactado por el ingeniero Lorenzo Pardo en 1933.



La República fue un proyecto progresista, que se concretó durante el primer bienio, conocido como bienio social-azañista, un gobierno de republicanos de izquierda y socialistas. Este gabinete, dirigido por Manuel Azaña, adoptó un sistema reformista por medio de una labor legislativa, que quiso dotar a España de una Constitución democrática, que impuso la secularización del Estado, suprimió la pena de muerte y renunció a la guerra. Se añadieron un sinfín de reformas, que afectaron al orden establecido, desde el Ejército al mundo laboral, pasando por la configuración territorial del Estado y la estructura agraria.

Se apuesta por la enseñanza, la religión de la República, en palabras de Antonio Ramos-Oliveira. Una enseñanza laica que, con la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas de 2 de junio de 1933, puso fin al monopolio de la Iglesia. Se abren 103 escuelas, que cubren las necesidades de barrios y diputaciones, contemplando con singular interés a las niñas. Para el núcleo urbano se construyen dos grupos escolares de 20 grados (10 de niños y 10 de niñas) en la Plaza de España y Paseo de la Libertad. Su situación es inmejorable: jardines, arbolado y parterres, con terreno suficiente para recreo de los niños y fachada de clases orientada a mediodía. El proyecto se aprueba el 5 de septiembre de 1933 y la obra se concluye en vísperas de la Guerra Civil.


Se potencian las colonias escolares, con objeto de que pueda disfrutar de la institución el mayor número de niños y niñas pobres depauperados de nuestras escuelas…”. Se inauguran bibliotecas populares, se constituye el fondo Lope de Vega para estudiantes pobres. Descuella la intervención del Patronato de las Misiones Pedagógicas, que favorece a las pedanías con lotes de libros y que cuenta con la colaboración de Carmen Conde y Antonio Oliver en su difusión educativa.



La cultura se erige en atención preferente. El Ateneo es su eje central. En aquel centro alterna la intelectualidad cartagenera, entre otros Carmen Conde, Antonio Oliver, Juan Lanzón, Rodríguez Cánovas, Vicente Ros, Ginés de Arlés y Antonio Puig Campillo. Fruto de las inquietudes sociales y políticas, que ahora se alumbran, se publican doce periódicos.


Prende una nueva misión del saber, cuya mejor expresión es la Universidad Popular. Su creación se forja el 15 de julio de 1931 con la mediación de Ginés de Arlés y Antonio Oliver. Se instaló en la calle Jara, disponiendo de los salones del Ateneo para los actos de mayor concurrencia.


La mujer conquistó sus prerrogativas. El derecho al voto, la igualdad en el matrimonio, la equiparación jurídica y laboral, incorporándose plenamente a la vida política y cultural. Una flamante sensibilidad se dejó notar, suprimiéndose la prostitución reglamentada y reivindicándose una sexualidad saludable. Victoria Kent, directora general de Prisiones, visita Cartagena en mayo de 1931 y denuncia el estado ruinoso de la cárcel de San Antón. Propone un nuevo centro, franqueado en julio de 1936.


No fueron todas éstas sino simples muestras de la gran revolución económica y cultural que la II República Española habría logrado si el golpe de estado no le hubiera impedido convertir nuestro país en uno de los más modernos de Europa. El 31 de marzo de 1939, con la entrada del ejército franquista se truncaron los sueños, las ansias de una Cartagena justa e igualitaria y se abrió paso la oscuridad de la dictadura de la que, aun a día de hoy, continuamos arrastrando las secuelas.

Catorce de abril de 2020, a 89 años de la proclamación de la II República, el espíritu republicano continúa entre nosotros; continúan nuestras ansias de un futuro en que los valores de Libertad, Justicia e Igualdad cristalicen en una realidad tangible, una realidad de un futuro por el que merece la pena luchar.

Nota: Extracto de guión e imágenes de la exposición "II REPÚBLICA Y GUERRA CIVIL EN CARTAGENA: LA MEMORIA EN IMÁGENES " cedida por Pedro Mª Egea Bruno a la Asociación Memoria Histórica de Cartagena.

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