sábado, 11 de abril de 2020

CARTAGENA, EN EL ANIVERSARIO DEL 12 DE ABRIL.

El doce de abril de 1931, en Cartagena, había amanecido frío y lluvioso, pero la gente había ido a votar.
 La situación en la ciudad portuaria no era más que un reflejo de lo que estaba ocurriendo en el ámbito nacional. Ya desde cinco años antes, con la petición por los liberales de la apertura de cortes constituyentes se había comenzado a despertar de la situación de pasividad a que se sometieron las organizaciones republicanas tras el advenimiento de la dictadura. El Partido Socialista había vuelto a enfrentarse con el poder. Los obreros y los intelectuales venían manifestando con energía su oposición al régimen que, tras perder el apoyo de la oligarquía, estaba comenzando a hundirse. Socialistas y republicanos habían cifrado sus esperanzas en el resultado de estas elecciones…


Ahora parecía más próximo que nunca el cambio de régimen, sobre todo, con la situación de descontento generalizado que había obligado a abandonar la Presidencia a Dámaso Berenguer.  La monarquía constitucional de Alfonso XIII, como consecuencia de haber permitido la dictadura de Primo de Rivera había quedado totalmente deslegitimada; los siete años sufridos bajo el mandato del general pesaron demasiado e hicieron fracasar el intento de vuelta a la normalidad constitucional de 1930, en la que se conoció como “la dictablanda” un intento fallido de lavar la cara a la monarquía, que no continuó con la dictadura anterior, pero fue abundante en la represión de continuos conflictos sociales; tampoco llegó a restablecer plenamente la constitución de 1876, no convocó elecciones a Cortes, como le exigía la oposición, y sofocó la sublevación de Jaca de diciembre de 1930 con el fusilamiento de los capitanes Galán y García Hernández.



El abandono de Berenguer llevó a la presidencia brevemente al almirante Aznar, que al llegar al poder en febrero de 1931, declaró que pretendía devolver al país sus libertades y restablecer la normalidad política y jurídica, y si bien no eliminó la censura que impedía la libertad de prensa, su llegada a la presidencia supuso un cambio de rumbo político al proponer un nuevo calendario electoral: elecciones municipales el domingo, 12 de abril, y después, elecciones a Cortes con el carácter de Constituyentes, por lo que podrían proceder a la revisión de las facultades de los Poderes del Estado y la precisa delimitación del área de cada uno (reducir las prerrogativas de la Corona) y una adecuada solución al problema de Cataluña.
Alfonso Torres
 En Cartagena se había dado una enorme importancia a esos comicios; con más de tres mil parados en la ciudad, las calles estaban llenas de mendigos.
La gestión del alcalde Alfonso Torres era cada vez más cuestionada por los numerosos escándalos. Uno de los que más pesaron fue el de las Casas Baratas. Las denuncias por las irregularidades en la construcción habían contribuido enormemente a su descrédito, a una impopularidad cada vez mayor del primer edil de la ciudad. De las mil quinientas viviendas proyectadas en un principio no se habían iniciado más que quinientas treinta y dos; el Ayuntamiento se encontraba enzarzado en pleitos con los proveedores; los obreros habían sido despedidos…, las fuerzas políticas habían comenzado dos meses antes a movilizarse para las elecciones, dando a éstas una trascendencia que no habrían tenido en otras circunstancias, tanto por parte de las derechas como de las izquierdas.

Las casas baratas
Se presentó a estos comicios García Vaso, cabeza del partido “El Bloque”, una organización política cartagenerista de orientación republicana y carácter populista. García Vaso y los suyos comenzaron por denunciar todas las irregularidades que habían encontrado en el Ayuntamiento. La gente estaba contenta, porque llevaron a cabo algunas acciones muy beneficiosas para los sectores más desfavorecidos, pero poco a poco las cosas fueron cambiando y El Bloque, como era frecuente en los partidos de entonces, cayó en el amiguismo, igual que le ocurría a las organizaciones a las que criticaba; lo mismo jugó a pactar con los liberales que con los monárquicos, y muchos de los que habían sido elegidos concejales en las listas de su partido lo abandonaron después, desengañados. En esta ocasión, su líder reapareció combativamente en la escena política;  intentó por todos los medios ser incluido en las listas de la conjunción republicano-socialista pero no lo consiguió, concurriendo finalmente con los liberales del Conde de  Romanones a unas elecciones en las que las derechas se presentaron divididas.
José García Vaso
En Cartagena el recuento final de votos dio la victoria a los republicanos, que obtuvieron veintiocho concejales frente a los diecisiete de los monárquicos. Citando a Pedro Mª Egea Bruno: “Los resultados fueron, como los del resto del país, un plebiscito contra los Borbones: 7.004 votos de la Conjunción por 3.942 monárquicos, lo que se tradujo en 28 concejalías frente a 17. La mayoría -18- corresponden a los partidos  republicanos (Alianza Republicana y Partido Republicano Radical-Socialista), en tanto las diez restantes se adscriben al PSOE. Al otro lado queda el Partido Monárquico-Cartagenerista –la antigua Unión Patriótica de la dictadura-, con 11, el Partido Conservador con 4, los vasistas con uno y los independientes con otro”

Elaboración Gráfico:Pedro Mª Egea Bruno

El concejal más votado fue Severino Bonmatí Vicedo, representante de la Cámara de Comercio de Cartagena, que se presentó por el Partido Republicano Radical Socialista.
Ante los fatídicos resultados, el Bloque se disolvió, aconsejando su jefe a los miembros del partido que se afiliaran a los grupos republicanos o socialistas.
El periódico “La Tierra” publicó este comunicado al efecto:

EL BLOQUE Y LA ACTITUD DE GARCÍA VASO:
Cumplida su misión de vivero y de albergue de republicanos y demócratas mientras no existían organizaciones serias republicanas en Cartagena, el Bloque de las Izquierdas no tiene otra cosa que hacer que disolverse y disuelto queda. Los elementos que en él perduran, fieles a su amistad con el Sr. García Vaso, han quedado, por disposición de éste, en libertad, aunque su consejo es que se afilien a los grupos republicanos o socialistas, ya que, con ello, no harán más que obedecer la voluntad soberana del país.
El Sr. García Vaso sigue el mismo consejo que da y el mismo rumbo de LA TIERRA. Solo que, por decoro personal y político, se abstendrá de toda intervención activa en la política local y «se queda en casa», deseando a todos los republicanos mayores triunfos.
No podía ni debía el Sr. García Vaso, sin ser cobarde o traidor, abandonar, a la hora de la pelea, los intereses políticos que le estaban confiados y ha hecho el sacrificio de renunciar al éxito personal que le habría correspondido si antes de la lucha hubiera ido a las filas que, sin duda, habían de ser las victoriosas. Sobre la vieja nave que se hundía, ha permanecido hasta que, salvada su tripulación y a salvo también el cargamento democrático, puede retirarse de ella, derrotado, pero ni desleal ni huido.
Publicado en el periódico "La Tierra"

Los resultados fueron similares en las principales ciudades. Las candidaturas republicanas resultaron mayoría en 41 capitales de provincia. En la mayoría de municipios rurales no había habido elecciones; se negó el derecho al sufragio a miles de electores, ya que la ley electoral de 1907 establecía que en los municipios en que el número de candidatos igualase el de puestos a cubrir, no se celebraran, lo que hacía que éstos fueran ocupados por los representantes de los caciques.
Sobre las cinco de la tarde, las noticias que llegaban de los pueblos pequeños eran favorables a la monarquía, pero los concejales allí elegidos, afines a los intereses de los caciques, no se consideraba que hubieran sido elegidos legítimamente, y hasta las autoridades monárquicas lo entendieron de ese modo; en las ciudades importantes y en los pueblos grandes la victoria fue aplastantemente republicana.
Si el resultado de las elecciones era la prueba para calibrar el apoyo a la monarquía antes de las elecciones generales, los resultados abocaban a una instauración inmediata de la República.
Niceto Alcalá Zamora
El martes, 14 de abril, Éibar, Valencia y Barcelona alzaron en sus instituciones la bandera tricolor. En Madrid, en una reunión de urgencia, Aznar y Alfonso XIII, barajaban varias alternativas entre las que se contemplaba el exilio del rey. Mientras tanto, en el domicilio de don Gregorio Marañón, se reunían el Conde de Romanones con los representantes de los partidos republicanos, pactando la salida de España con total seguridad de la familia real.
La llegada de la República era inminente, y Niceto Alcalá Zamora, que presidía el comité revolucionario, planteó a Alfonso XIII un ultimátum: su salida debía producirse antes de la puesta de sol.
A primera hora de la tarde se alzaba la tricolor en el edificio de Correos y Telégrafos y Alcalá Zamora entraba en la puerta del Sol como primer presidente del Gobierno Provisional.
Proclamación de la República desde
el balcón del Ayuntamiento de Cartagena

En Cartagena, a las 6 de la tarde, se proclamó la República desde el balcón principal del Ayuntamiento.

En la plaza, una gran concentración acogió el acto. Mientras tanto, un grupo de exaltados irrumpió en el palacio consistorial, destrozando los retratos del rey.

A las doce de la noche se llevó a cabo la transmisión de poderes, haciéndose cargo el Comité Revolucionario del Ayuntamiento, en nombre del Gobierno Provisional de la República Española.  Tomó posesión una gestora integrada por los dirigentes de la Conjunción Republicano-Socialista, los ahora concejales Severino Bonmatí Vicedo (Partido Republicano Radical Socialista), Luis Romero Ruiz (Alianza Republicana) y Amancio Muñoz de Zafra (PSOE).

Amancio Muñoz de Zafra
Se había corrido la voz de que el Rey venía al Arsenal. La noche del catorce al quince, junto a los periodistas, deambulaban junto a las tapias muchos grupos de curiosos, esperando su llegada. Oficiales, jefes y generales fueron entrando al recinto. Los marineros, vestidos con el uniforme de faena, salieron para hacer que el público se alineara dejando libre una calle de entrada para los coches de la caravana que acompañaba al monarca destronado.

Alfonso XIII en el interior del Arsenal
El ex rey venía desde Madrid en uno de sus automóviles de lujo. Una vez en el Arsenal, antes de subir al barco, permaneció un rato despidiéndose de las autoridades y preguntó si se había decretado el estado de guerra, a lo que se le respondió negativamente. En medio de la serenidad de la despedida, en que todos estrecharon su mano en silencio, un sargento de la Guardia Civil no pudo reprimirse y gritó con fervor un ¡Viva el Rey!, al que respondieron algunos de los presentes. Entonces don Alfonso levantó el brazo gritando ¡Viva España! siendo su grito coreado con entusiasmo. Embarcó acompañado del almirante Rivera y el grupo de militares que le acompañaba se fue disolviendo lentamente. A las cinco y cuarto de la mañana, el rey sin trono se alejó de Cartagena embarcado en el crucero “Príncipe Alfonso”. 
Crucero Príncipe Alfonso
Después, Crucero Libertad
Marineros fotografiándose junto al automóvil del ex monarca

A lo largo del día quince, declarado festivo por el Gobierno provisional, se vivió una auténtica jornada de fiesta.
Todas las tiendas estaban cerradas, gente, gente y más gente por las calles, gritando vivas a la República; la Calle Mayor, de bote en bote; los cafés, llenos a rebosar…, bandas, cornetas por las calles tocando la Marsellesa, interpretando el Himno de Riego…
Por la tarde se organizó espontáneamente una manifestación paseando por todas las calles un cuadro, alegoría de la República, mientras que los transeúntes aplaudían a su paso y daban vivas. Terminaron por llegar al Ayuntamiento, subir las escaleras con él y colgarlo en el Salón de Sesiones.

También esa misma tarde se celebró una reunión de todas las clases subalternas de la Armada. Se dieron cita en la Sociedad Económica de Amigos del País. Expresaron su satisfacción con entusiasmo, pero en perfecto orden, y acordaron mandar a Madrid un telegrama para manifestar su adhesión al Gobierno de la República y pedir la dignificación de la clase como base principal de la Marina española. Después se tuvo un emocionado recuerdo para los dos mártires de Jaca y concluyeron con un nuevo acuerdo: contribuir con dos pesetas cada uno para erigir un monumento nacional a la memoria de Galán y García Hernández.

Cartagena ya era republicana.




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