Suárez y Juan Carlos no fueron franquistas buenos que un día decidieron regalarle la democracia a un pueblo pasivo y alelado
Franco y Suarez |
Eberhard Grosske, 23-03-2014
Los que dicen que Adolfo Suárez y el Rey trajeron la democracia a España – que en estos días son legión – no sólo hacen una afirmación absurda e inadmisible en cualquier Facultad de Historia o de Ciencias Políticas, también insultan a la ciudadanía en general y a los demócratas por convicción en particular.
Adolfo Suárez y Juan Carlos de Borbón no fueron franquistas buenos que un día decidieron regalarle la democracia a un pueblo pasivo y alelado. La realidad es que, en los años 70, el anhelo democrático se había infiltrado en amplias capas de la ciudadanía, del movimiento obrero, de la cultura, de la universidad, de la juventud, de la propia Iglesia Católica y, también, de un empresariado deseoso de remover los obstáculos que impedían nuestra integración en Europa. En este marco, la protesta social, sindical y política avanzaba incontenible y es por eso que los intentos de mantener el franquismo en base a un reformismo sin sustancia (como el protagonizado por Arias Navarro en vida del propio dictador) se demostró que estaban condenados al fracaso. De ahí que no se pueda afirmar con verdad que al pueblo español nadie le regalara nada.
Adolfo Suárez y Juan Carlos de Borbón han representado históricamente, como Fraga y tantos otros, a este sector del franquismo que tuvo la lucidez de aceptar la realidad y de propiciar una transición democrática radicalmente distinta a la “Revolución de los claveles” portuguesa; es decir, una transición sin ruptura democrática, con hegemonía política de la derecha y sin cuestionar los intereses de la oligarquía económica ni los equilibrios de la guerra fría. La Monarquía, manteniendo como Jefe del Estado a la misma persona que Franco designó para el cargo, ha sido la expresión más viva de esta continuidad y el símbolo de que los que vivieron bien con el franquismo podían aspirar a seguir haciéndolo en la recién nacida democracia.
Cada uno puede opinar lo que quiera sobre las bondades o perversiones de este modelo y sobre los hipotéticos beneficios de una ruptura democrática que algunos impulsamos y que nunca llegó a producirse. Pero lo que es inadmisible, lo que es un insulto a la Historia y a los demócratas de este país, es hacer creer que la democracia fue un régimen otorgado y que son más susceptibles de admiración los que se las arreglaron para estar en el poder durante el franquismo y durante la democracia que los que arriesgaron su vida, su libertad, su familia y sus bienes para luchar, en todo momento y sin fisuras, contra todo tipo de opresión.
En estos momentos de homenajes desmedidos, de amarillismo periodístico y de desvirtuación interesada de la historia, es a los que de verdad hicieron posible y necesaria la democracia, a los que se organizaron, a los que se manifestaron, a los que se comprometieron, a los que perdieron su empleo, a los que pasaron miedo, a los torturados, a los que fueron a la cárcel, a los asesinados, a los que, de entre ellos, estuvieron ayer en las Marchas por la Dignidad y a los más jóvenes que hoy recogen con honor su espíritu, su coraje y su legado, es a ellos y a ellas a quienes va hoy mi recuerdo y mi más sentido homenaje.
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