Publicado
por Nerea Castro
El pantano del Cenajo en 2015 / VP
Víctor Peñalver eligió el pantano del Cenajo como
objeto de la Tesina de Licenciatura que ha presentado en la Universidad de
Murcia, y que le ha valido una calificación de Matrícula de Honor. Uno de los
motivos por los que este joven investigador nacido en Cehegín se fijó en la
gran obra hidráulica de los años 50, es el hecho de que el Noroeste murciano
sea la única zona de la Región en la que no existe un monográfico dedicado a la
represión franquista.
“El arranque de la investigación consistió en recabar
testimonios orales, que son los que conservan la memoria colectiva de los
hechos históricos, pero al mismo tiempo comencé a recopilar documentación de
diferentes archivos”, cuenta Peñalver. Pronto constató que “las resonancias que
el Cenajo había dejado en el recuerdo de los habitantes del lugar y los hechos
que relataban estas personas, no casaban con lo que plasman los documentos
oficialistas”. Mientras se encoge de hombros, reconoce que es algo “normal”:
“Fueron las mismas autoridades del Régimen las que generaron esos documentos,
así que…”.
También se dio cuenta de la impronta que había dejado
una fecha en el recuerdo de los murcianos: el 6 de junio de 1963. Aquel día
Francisco Franco pasó rutilante por la Región de Murcia con su enorme séquito y
sus fuertes medidas de seguridad para inaugurar el pantano del Cenajo. También
acudieron las cámaras del NO-DO, que grabaron a las muchas autoridades civiles, militares y religiosas, y
a los lugareños venidos de diferentes partes de la provincia con pancartas de
apoyo y agradecimiento al Caudillo.
Hubo nervios, explica Peñalver, pero mucho más serios
que los propios de un gran evento: los nervios de los técnicos responsables del
pantano, porque era la primera vez que se accionaba la maquinaria de la presa.
Ni siquiera se habían hecho pruebas de funcionamiento. Fieles al simbolismo y
al ceremonial de la dictadura –hasta tal punto insensata-, debía ser el mismo
Franco el que pulsara el botón por primera vez. Por fortuna todo salió bien y
el Generalísimo pudo subirse de nuevo en su coche y marcharse entre vítores.
Cenajo: obra hidráulica
y ‘experimento social’
Tanto en aquellos que lo vivieron como en los que lo
han estudiado después, es conocida la política de grandes obras hidráulicas del
Régimen y la figura de Franco inaugurando pantanos. Y de entre todos los que se
construyeron en la época, el del Cenajo es especialmente importante: “Lo es por
la magnitud de la obra y por la cantidad de personas que trabajaron en su
construcción; fue la presa más grande de la época”, cuenta el historiador. “Lo
que no se menciona tanto son los trabajos forzados”, añade.
El historiador destaca dos años: 1938 y 1944. En 1938
se creó el Patronato de Redención de Penas por Trabajo a iniciativa de un
jesuita, lo que según Peñalver, supuso “la legalización de la esclavitud”. “Por
un lado se trataba de un proyecto económico para rehabilitar la España
destruida en guerra, y por otro era un experimento social como parte de un plan
para implantar el ‘chip’ del movimiento”, analiza, e insiste en subrayar el
concepto de “ingeniería social”, del que formaba parte capital la iglesia que
se construía junto a los pabellones de los reclusos obreros. Del ‘tajo’ a la
misa hasta cumplir la condena, o en el peor de los casos, hasta morir en la
obra.
En cuanto a 1944, ese año fue cuando se revocó la
condición de ‘condenado político’, de modo que todos los reclusos pasaron a ser
considerados ‘presos comunes’. No se trataba a todos por igual, remarca Víctor,
pero unos y otros podían integrar los llamados Destacamentos Penales al objeto
de cambiar días de condena por días de trabajo: “Entre 1952 y 1957, por cada
dos días de trabajo se restaban tres días de condena”, relata el investigador,
“aunque al final la decisión dependía del director de la prisión”.
Por otro lado, se les pagaba un salario, aunque es
necesario matizar: “En los documentos de 1957 consta que el sueldo era de
siete pesetas, pero no lo recibían íntegro; se les descontaba la ropa, la
alimentación, la sanidad que llamaban ‘socorro’ y ‘auxilio’…”. Para ponernos en
situación, Peñalver cita el trabajo de la catedrática de la UMU Encarna
Nicolás en el que se recoge que el sueldo de un trabajador del campo en torno a
1941, era de entre nueve y 14 pesetas.
Víctor Peñalver explica que apenas hay documentación
de la primera parte del proyecto del Cenajo: “Hablamos de los años comprendidos
entre 1943 y 1952, cuando se preparó el terreno y se construyó el pabellón
obrero con la cárcel, el cuartel de la Guardia Civil y la iglesia; de todo eso
ya no queda nada en pie, sólo tenemos las fotos de los archivos de la
Confederación Hidrográfica del Segura”. En aquel tiempo, hasta 350 presos de
distintos Destacamentos Penales y cárceles cercanas trabajaron en el lugar -y
se infectaron de paludismo-, algunos de ellos desplazados de la Prisión
Provincial de Hellín o del destacamento del Coto Minero de la pedanía hellinera
de Las Minas, por ejemplo.
Rastrear a los presos políticos ha sido una tarea
compleja, reconoce el historiador, básicamente por la ocultación de datos en la
época y porque a efectos legales, cuando la obra entró en su fase más intensa,
ya se había igualado la condición de preso político y de preso común. Eso sí,
revisando los archivos se demuestra la magnitud de la obra del Cenajo: “En mayo
de 1953, el 17,47% de todos los presos que integraban los quince Destacamentos
Penales franquistas se encontraban trabajando en el pantano: 123 de 704”. “La
presencia de reclusos en el Cenajo es siempre superior a la media nacional, año
a año, más incluso que en el Valle de los Caídos durante los años cincuenta”,
afirma Víctor mientras enseña unos gráficos que ha elaborado él mismo.
En la década de los 50, además, el Régimen trataba de
lavar su imagen y de borrar sus conexiones con el bando perdedor de la Segunda
Guerra Mundial, con el objetivo primordial de integrarse de un modo suave en
los organismos internacionales surgidos tras el conflicto. De hecho, España
superó los controles de la Comisión Internacional contra el Régimen
Concentracionario: “Vino un grupo de estadounidenses en 1952 y dieron su
visto bueno, aunque no sabemos si fue porque lo que realmente les interesaba
era la base de Rota…”, añade escéptico.
“La Tumba siempre estaba
abierta”
Peñalver explica que su intento de identificar a
todos los presos y de conocer sus historias particulares ha sido imposible a
pesar de haber buscado y cotejado muchos documentos. Sin embargo, sí que ha
podido recoger dos casos concretos cuyos hechos y palabras ayudan a entender lo
que significó el Cenajo; “una obra peligrosa, sin medidas de seguridad, donde
se usaba dinamita y donde las tareas más difíciles y arriesgadas se reservaban
a los presos, y en especial, a los anarquistas”, profundiza.
“Francisco de la Rosa nació en Calasparra. Era
sindicalista de la CNT y preso político. Fue condenado a muerte y
posteriormente se le conmutó la pena a treinta años y un día. No era obrero
libre. Lo llevaron de un sitio a otro recorriendo penales de toda España, hasta
que finalmente lo destinaron a trabajar en el Cenajo. Fue torturado y mutilado
y se le condenó a destierro, de manera que no podía acercarse a menos de 20
kilómetros de su pueblo. En 1948 se suicidó. No soportó su condición de preso
ni los trabajos forzados en el Cenajo. Seis años después de muerto, lo
indultaron”, narra Víctor de corrido, para interpretar que “de ese modo es como
el Régimen aumentaba su cifra de indultos y lavaba su imagen”. Durante el
proceso de investigación tuvo la oportunidad de hablar con algunos de sus
familiares y contarles lo que había encontrado en los archivos sobre Francisco.
El investigador pudo identificar a otro preso con
mejor suerte: se trata de José Vicente Ortuño, que tras trabajar nueve meses en
el Cenajo, en el año 1954, de cumplir condena y de conseguir pasar a Francia,
publicó en el país vecino un valioso libro titulado ‘Raíces amargas’, en el que
dedicó un capítulo entero a relatar su estancia en las obras del pantano.
Según explica Peñalver, cuando Ortuño llegó al
Cenajo, el procedimiento ya estaba establecido. El mismo exrecluso lo relató de
este modo: “Por la mañana, en la plaza, los cadáveres mutilados por las
balas y las dentelladas de los perros que usaba la Guardia Civil le dieron la
razón a mi compañero. Todos los prisioneros tuvieron que desfilar ante los
cuerpos, sobre los que ya empezaban a revolotear unas moscas verdes. Por la
tarde, un equipo los tiró a la caja de un tractor y los llevó al muro. La tumba
estaba siempre abierta”.
“La Tumba, como llamaban a la presa, funcionó como
enterramiento colectivo similar a las fosas comunes, dentro del modus operandi
represivo franquista de ocultar la principal prueba del delito, el cadáver, y
claro, de todo esto no hay documento probatorio porque las fuentes oficiales
nunca lo reflejan”, añade Víctor Peñalver. “Había diferencias de trato entre
presos políticos y comunes, y también se diferenciaba entre obreros reclusos y
obreros libres”, prosigue. El historiador muestra una escueta noticia del
diario ABC del año 1954, en la que se informaba del fallecimiento de tres
obreros en el Cenajo: “De las muertes de los obreros reclusos no se daba
publicidad”.
“El arte de construir
presas”
En la investigación, Peñalver se tropezó con
importantes empresas constructoras, algunas de las cuales siguen operando en la
actualidad tras pasar por fusiones, compras y ventas: “Si los organismos
oficiales ocultan esta historia, las empresas también”, proclama, remitiendo a
trabajos como los de Antonio Maestre e Isaías La Fuente,
‘Franquismo S.A.’ y ‘Esclavos
por la patria’. “Hay que destacar el papel de estas grandes empresas que se
aprovecharon de la situación y usaron mano de obra reclusa”, enfatiza Víctor
Peñalver, para luego citar algunos ejemplos.
“En el Cenajo participó COVILES, Construcciones
Civiles, que luego se convirtió en OBRASCON y más tarde pasó a formar parte del
grupo OHL, también formada por la empresa Huarte y Laín, encargada de la
construcción del Valle de los Caídos”, relata el historiador: “Contacté con
ellos y les pregunté sobre este asunto, pero no colaboraron”. “En el Cenajo
hubo otras empresas, como Destajista San Román, Obras y Servicios Públicos…
Tapan su historia porque esa es la herencia del franquismo”, insiste. Después,
muestra el lema de la empresa COVILES: “ El arte de construir presas… Ya
ves, calificar estos procesos de construcción con la palabra ‘arte’”, lamenta
el historiador.
Lápida conmemorativa de la inauguración del Cenajo /
VP
Lugares de memoria
Hace pocas semanas se reinauguró el hotel Cenajo, un
edificio de estética noble y enclavado en un paraje de singular belleza en las
inmediaciones del pantano. “Allí es donde residió el equipo de arquitectos
durante los 20 años que duró la obra”, explica Víctor Peñalver. “Mientras, los
obreros reclusos vivían en su pabellón, y al igual que sucedió en el Valle de
los Caídos, los familiares de los presos que recibían permiso para visitarles,
podían alojarse durante unos días en unas casas-cueva con aspecto de chabolas
que se construían en un lugar próximo, y de las que sólo quedan las ruinas”,
relata.
En la reapertura del hotel, Víctor Peñalver ha echado
en falta una mención o recuerdo a lo que sucedió durante la construcción del
pantano, lo que le hace volver sobre las dificultades de encontrar documentos
en los archivos –durante el último año ha visitado el Archivo Histórico
Provincial de Murcia, el Archivo General de Alcalá de Henares y los archivos de
los ministerios de Justicia y de Interior-: “En ellos sí se refleja la
presencia de reclusos y la instalación de un destacamento penal en el Cenajo.
Sin embargo, en los escritos oficiales de la Confederación Hidrográfica sobre
el Cenajo, no se reconocen los trabajos forzados, tan sólo en uno de ellos se
dice que puede ser que los hubiera, pero nada más”, afirma Peñalver.
“Los efectos de la propaganda franquista siguen en
vigor con palabras que se usan mucho hoy, como sensatez, estabilidad, orden…
Las ganas de obtener democracia a cambio de impunidad siguen vigentes”,
reflexiona. A su juicio, “no es por ignorancia mantener la confusión sobre los
trabajos forzados en el Cenajo, no existen las casualidades ni el azar en este
asunto. Y por aquí han pasado también alcaldes socialistas y no se ha hecho
nada”. “Contra el franquismo también hace falta terapia de choque”, afirma en
referencia a la aplicación de la Ley de Memoria Histórica, aunque luego
reconoce que “simplemente con quitar placas, sin divulgación, no se soluciona
nada”.
“Para nosotros el Cenajo ha sido siempre un sitio de
referencia del ocio y de la naturaleza, pero cuando íbamos, no sabíamos qué
había pasado porque nadie nos lo contaba, y allí sigue la placa de la
inauguración del pantano. Sin embargo, no sirve de nada que la quiten si no
dicen qué fue lo que pasó realmente”, admite este investigador, para quien una
buena opción sería mantener la placa de la dictadura y añadir otra al lado “que
cuente la historia de verdad, la historia con mayúsculas, y que denuncie la
propaganda”.
“Es necesario crear ‘Lugares de Memoria’ en estos
espacios para combatir la impunidad y para acabar con las teorías
negacionistas”, insiste el historiador. Antes de acabar, Víctor Peñalver pone
más ejemplos de obras en las que se hizo uso del trabajo de los presos en la
propia Región de Murcia: “La rehabilitación del convento de Adoratrices de
Cartagena, y las explotaciones mineras del Llano del Beal y de La Unión. Estos
enclaves de trabajo no han sido investigados en profundidad hasta la fecha”.
Fuente: http://www.eldiario.es/murcia/reportajes/Cenajo-herida-abierta-pantano_0_417508781.html
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