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| Barcelona, Pastisseria Forn Mateu Serra. Gran Vía 546 | 
Las largas colas que se producían, para comprar pan durante la guerra 1936.39
Este
 horno Forn SERRA, dio de comer pan , a mucha gente de Barcelona durante
 la guerra, esta pastelería-panadería era y es entonces de los abuelos 
de Cristian Escribá, el Genio de la pastelería, de casta le viene al 
galgo, buena persona,  un trabajador incansable y muy amigo de sus 
amigos y sobre todo honrado, como sus antepasados, abuelos y bisabuelos 
dedicados a la pastelería artesana.
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| Los bisabuelos de Cristian Escribá y su abuela 5ª por la derecha | 
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| Repartiendo pan, con cartillas de racionamiento... | 
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| Cartillas de racionamiento | 
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| Durante los bombardeos, los andenes del metro eran un refugio, Barcelona . | 
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| Niños en la Navidad de 1936 | 
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| Colas de hambrientos 1938, Barcelona | 
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| Muchedumbre... | 
Hemos
 hablado muchas veces del hambre de la guerra, incluso hemos memorizado 
fragmentos del libro “Amb ulls de nena” que reflejan a la perfección la 
falta de alimentos y como afectaba eso a la vida cotidiana. Por lógica 
era mucho mayor en la ciudad que en los pueblos, en los pueblos siempre 
se puede sobrevivir de la pequeña agricultura, ganadería, etc... En la 
ciudad esto no es posible, se depende de los suministros, ya lleguen del
 interior o a través del mar. En Barcelona se celebraba con euforía la 
llegada de un barco con alimentos al puerto, no era extraño que fuesen 
torpedeados o abordados, por eso cuando llegaba comida al puerto la 
alegría se desataba.
Esta
 historia nos sitúa a principios de 1939, Catalunya está perdida y los 
republicanos van saliendo de sus ciudades mientras los nacionales van 
entrando poco a poco. Muchos autores y testigos se refieren a esa época 
como la de mayor libertad de la Guerra, se poducen vacíos de poder que 
son aprovechados por los ciudadanos.
Ante
 un vacío de poder parece que algunas personas están abocadas al 
desorden y el pillaje (o quizás no, pero desde luego es lo que ocurrió 
en 1939). La gente tenía hambre y decidió solventar dicho problema.
Centenares
 de almacenes fueron asaltados antes de la entrada de los sublevados, la
 gente entraba y cogía todo lo que podía con cualquier recipiente que 
encontrase, los sacos de trigo eran rajados por la mitad y los granos 
cubrían el suelo, todos se agachaban y peleaban por conseguir la mayor 
porción de comida, lo mismo pasaba con el resto de alimentos que los 
republicanos custodiaban para su reparto. Las patatas, el azúcar, la 
sal... probaron el suelo sucio de los almacenes.
Especial
 gravedad revistieron los hechos en Sabadell, ciudad industrial cercana a
 Barcelona. Todo empezó con los vecinos alrededor de una zapatería (la 
Noguès) que demandaban al propietario la venta de los zapatos 
almacenados al precio de 1 peseta por el par (aunque ya se sabía que la 
moneda emitida a partir del 18 de julio de 1936 no tendría valor en el 
régimen que se iba a implantar). Al principio todo transcurrió dentro de
 los cauces de la normalidad (o de la máxima normalidad posible) el 
tendero ofrecía los zapatos requeridos a través de una ventana pero la 
gente se descontroló, entraron por la fuerza en la tienda y cogieron 
todo aquello que quisieron.
Ese
 fue el principio de unos actos de auténtica locura colectiva, 
evidentemente asaltaron los almacenes oficiales pero, la parte que más 
nos ha sorprendido, también se dirigieron a los Hospitales de Sangre de 
la ciudad. En esos hospitales estaban los heridos de guerra, los 
enfermos “normales”, el personal sanitario, etc... Todos se llevaron un 
gran susto cuando vieron entrar a la turba. Los soldados sufrían en la 
cama mientras la muchedumbre les arrebataba las sábanas, los cojines, 
medicamentos, colchones, e incluso a algunos les arrebataron sus 
posesiones más privadas.
Estos
 actos de locura colectiva más o menos intensa se produjeron en todo el 
territorio del Estado, la guerra había acabado pero aún quedaban unas 
horas de libertad que algunos decidieron aprovechar...




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